Ruta de los faros Vascos

Ruta de los faros Vascos

(0)
  • Autor: Andeka
  • Creada: 08/06/2025 17:16
  • Actualizada: 08/06/2025 17:19
Categorias:
Dificultad: **Media

Copy the following HTML iframe code to your website:

  • Distance Instructions
Label
  • Distancia 248.0 m
  • Tiempo 0 s
  • Velocidad 3.2 km/h
  • Altitud mín 0 m
  • Altitud máx 0 m
  • Desnivel 5010 m
  • Descenso 5010 m

  • DESCRIPCIÓN
  • CONSEJOS
  • DESTACADOS

La ruta se inspira en una que vi en komoot (esta) pero no hacia todos los faros vascos, en Urdaibai ya iba hacia Gernika y luego a Zornotza.

Le hice unos retoques para pasar por el faro de Senokozuloa, parte no ciclable ya que hay que subir unas escaleras (pero se puede evitar).Y pasÉ la ruta por Elantxobe. Además, luego añadí los faros que quedaban hasta Getxo y desde allí a Bilbao.

Pasa por los siguientes faros:

  Faro de Cabo HiguerHondarribia

  Luz de SenokozuloaPasaia (lado este de la bocana)

  Faro de la PlataPasaia (lado oeste de la bocana)

  Faro de IgeldoDonostia / San Sebastián

  Faro de la isla Santa ClaraBahía de La Concha

  Faro de Zumaia / Punta AlgorriZumaia

  Faro de GetariaMonte San Antón

  Faro de Santa CatalinaLekeitio

  Faro de MatxitxakoBermeo

  Faro de Gorliz (Cabo Billano)Gorliz

  Faro de Punta GaleaGetxo

  Faro de ArriluzeGetxo (puerto deportivo)

De Higuer a La Galea, entre luz, mar y piedra

Hay un hilo de luz que cose la costa vasca de este a oeste, una hebra que va bordando acantilados, calas secretas, pueblos pesqueros y brumas de historia. Ese hilo son los faros. Centinelas del mar, testigos del tiempo, vigías de naufragios y retornos. De Hondarribia a Getxo, existe una ruta ciclista que los une —no por carreteras rectas ni mapas impacientes, sino por senderos que respiran salitre y viento, curvas que abrazan el Cantábrico y pedaleos que se nutren de paisaje y memoria.

Todo comienza en el Faro de Higuer, el más oriental del Cantábrico, donde los Pirineos se sumergen discretamente en el mar. Aquí, la bicicleta arranca su viaje entre pinares y murallas, con la silueta de Francia a un suspiro de distancia. Higuer mira hacia el mar como lo han hecho durante siglos los pescadores de Hondarribia, uno de los pueblos más bellos del litoral, donde las fachadas de colores recuerdan a barcos varados en tierra.

Pedaleando hacia el oeste, la costa se vuelve escarpada, íntima, viva. Aparece el faro de la Plata, en Pasaia, colgado como un nido sobre un acantilado. Su estructura neogótica, hecha de piedra gris, parece más un castillo encantado que una señal náutica. Muy cerca, el puerto de Pasaia aún huele a astillero y sal, y resuena la voz de Blas de Lezo y las palabras que Víctor Hugo escribió durante su estancia.

San Sebastián se abre entonces como una postal, con su faro de Igeldo coronando la bahía. Aquí, el camino se detiene un instante, porque la vista desde lo alto —la isla de Santa Clara, la playa de la Concha, el Peine del Viento— invita al descanso y a la contemplación.

Más adelante, el mar se vuelve libro abierto. En Zumaia, el ciclista se asoma al flysch como quien hojea millones de años de historia geológica. Estas formaciones rocosas, estratificadas como páginas, cuentan con precisión de cronista el paso del tiempo, desde los dinosaurios hasta las primeras huellas humanas. Frente a ellas, el mar ruge como queriendo conservar sus secretos.

Y ahí, justo donde la tierra se pliega como un manuscrito, es fácil imaginar a los antiguos marineros vascos oteando el horizonte en busca del soplo de una ballena. Durante siglos, salieron desde Getaria, Lekeitio o Bermeo a cazar gigantes. Fueron pioneros en la caza de la ballena vasca —la franca glacial—, incluso cruzando el Atlántico hasta Terranova en expediciones audaces y peligrosas. Aquellos barcos, impulsados solo por el coraje y las estrellas, tejieron un legado marinero que aún perdura en la identidad de estos pueblos costeros.

La ruta sigue hacia Orio, Zarautz, Getaria y el imponente faro de Santa Catalina en Lekeitio, uno de los pocos visitables por dentro, donde la luz no solo guía, sino también enseña. Se cruzan marismas, calas escondidas, acantilados donde anidan aves, y pueblos donde el txakoli y el bacalao al pil-pil esperan al viajero.

El faro de Matxitxako surge como una lanza de piedra en el cabo más bravío de la costa, vigilante eterno del mar abierto. Y finalmente, en Getxo, el faro de Punta Galea pone fin a la travesía. Desde lo alto de sus acantilados, se intuye el abrazo entre el Cantábrico y el horizonte. Aquí termina la ruta, pero no la historia. Cada pedalada ha sido un capítulo, cada faro, un personaje.

Esta travesía en bicicleta no es solo un viaje físico, es un recorrido por la identidad marítima del País Vasco. Un paseo entre el presente y las leyendas, entre la naturaleza indomable y la arquitectura funcional, entre el esfuerzo y la recompensa. Quien la hace no solo atraviesa kilómetros: descubre un litoral que nunca se repite, aunque se mire desde el mismo lugar.

Porque los faros no solo alumbran a los barcos. También iluminan caminos interiores.

Yo la hice en sentido este a oeste (Irun –Bilbao), se podría hacer en el otro sentido sin problema.

Opciones de transporte: Se puede usar el tren para unir Bilbao - Irun, euskotren, con transbordo en Donostia.

Hay bastantes trenes pero el trayecto es largo, el tren va despacio y tiene muchas paradas. Se puede llevar la bici sin problemas, y varias estaciones están cerquita del recorrido , por lo que podrían ser de utilidad

Alojamiento: existen bastantes opciones, es zona bastante turística, para lo bueno y lo malo. Tenemos servicios pero en determinadas fechas no suele ser barato y suele estar lleno.

Tambien hay campings, en Higuer, Igeldo, Orio, Zarautz, Zumaia, Itziar, Mutriku, Lekeitio, Playa de Laida, Mundaka, Gorliz, Sopela….por lo que es una buena opción.

La ruta en su mayoría es ciclable pero con desniveles en algunos casos importartes.

Se alterna asfalto, pistas y alguna senda.

Hay dos lugares donde no es ciclable, pero merecen la pena hacer esos cachos con la bici en la mano. La zona del faro de Senokozuloa: escaleras y sendero pendiente. Y la zona del cabo de Matxitxako para unir Gaztelugatxe: sendero muy pendiente pero con grandes vistas. Existen alternativas.

  • DESCRIPCIÓN
  • CONSEJOS
  • DESTACADOS

La ruta se inspira en una que vi en komoot (esta) pero no hacia todos los faros vascos, en Urdaibai ya iba hacia Gernika y luego a Zornotza.

Le hice unos retoques para pasar por el faro de Senokozuloa, parte no ciclable ya que hay que subir unas escaleras (pero se puede evitar).Y pasÉ la ruta por Elantxobe. Además, luego añadí los faros que quedaban hasta Getxo y desde allí a Bilbao.

Pasa por los siguientes faros:

  Faro de Cabo HiguerHondarribia

  Luz de SenokozuloaPasaia (lado este de la bocana)

  Faro de la PlataPasaia (lado oeste de la bocana)

  Faro de IgeldoDonostia / San Sebastián

  Faro de la isla Santa ClaraBahía de La Concha

  Faro de Zumaia / Punta AlgorriZumaia

  Faro de GetariaMonte San Antón

  Faro de Santa CatalinaLekeitio

  Faro de MatxitxakoBermeo

  Faro de Gorliz (Cabo Billano)Gorliz

  Faro de Punta GaleaGetxo

  Faro de ArriluzeGetxo (puerto deportivo)

De Higuer a La Galea, entre luz, mar y piedra

Hay un hilo de luz que cose la costa vasca de este a oeste, una hebra que va bordando acantilados, calas secretas, pueblos pesqueros y brumas de historia. Ese hilo son los faros. Centinelas del mar, testigos del tiempo, vigías de naufragios y retornos. De Hondarribia a Getxo, existe una ruta ciclista que los une —no por carreteras rectas ni mapas impacientes, sino por senderos que respiran salitre y viento, curvas que abrazan el Cantábrico y pedaleos que se nutren de paisaje y memoria.

Todo comienza en el Faro de Higuer, el más oriental del Cantábrico, donde los Pirineos se sumergen discretamente en el mar. Aquí, la bicicleta arranca su viaje entre pinares y murallas, con la silueta de Francia a un suspiro de distancia. Higuer mira hacia el mar como lo han hecho durante siglos los pescadores de Hondarribia, uno de los pueblos más bellos del litoral, donde las fachadas de colores recuerdan a barcos varados en tierra.

Pedaleando hacia el oeste, la costa se vuelve escarpada, íntima, viva. Aparece el faro de la Plata, en Pasaia, colgado como un nido sobre un acantilado. Su estructura neogótica, hecha de piedra gris, parece más un castillo encantado que una señal náutica. Muy cerca, el puerto de Pasaia aún huele a astillero y sal, y resuena la voz de Blas de Lezo y las palabras que Víctor Hugo escribió durante su estancia.

San Sebastián se abre entonces como una postal, con su faro de Igeldo coronando la bahía. Aquí, el camino se detiene un instante, porque la vista desde lo alto —la isla de Santa Clara, la playa de la Concha, el Peine del Viento— invita al descanso y a la contemplación.

Más adelante, el mar se vuelve libro abierto. En Zumaia, el ciclista se asoma al flysch como quien hojea millones de años de historia geológica. Estas formaciones rocosas, estratificadas como páginas, cuentan con precisión de cronista el paso del tiempo, desde los dinosaurios hasta las primeras huellas humanas. Frente a ellas, el mar ruge como queriendo conservar sus secretos.

Y ahí, justo donde la tierra se pliega como un manuscrito, es fácil imaginar a los antiguos marineros vascos oteando el horizonte en busca del soplo de una ballena. Durante siglos, salieron desde Getaria, Lekeitio o Bermeo a cazar gigantes. Fueron pioneros en la caza de la ballena vasca —la franca glacial—, incluso cruzando el Atlántico hasta Terranova en expediciones audaces y peligrosas. Aquellos barcos, impulsados solo por el coraje y las estrellas, tejieron un legado marinero que aún perdura en la identidad de estos pueblos costeros.

La ruta sigue hacia Orio, Zarautz, Getaria y el imponente faro de Santa Catalina en Lekeitio, uno de los pocos visitables por dentro, donde la luz no solo guía, sino también enseña. Se cruzan marismas, calas escondidas, acantilados donde anidan aves, y pueblos donde el txakoli y el bacalao al pil-pil esperan al viajero.

El faro de Matxitxako surge como una lanza de piedra en el cabo más bravío de la costa, vigilante eterno del mar abierto. Y finalmente, en Getxo, el faro de Punta Galea pone fin a la travesía. Desde lo alto de sus acantilados, se intuye el abrazo entre el Cantábrico y el horizonte. Aquí termina la ruta, pero no la historia. Cada pedalada ha sido un capítulo, cada faro, un personaje.

Esta travesía en bicicleta no es solo un viaje físico, es un recorrido por la identidad marítima del País Vasco. Un paseo entre el presente y las leyendas, entre la naturaleza indomable y la arquitectura funcional, entre el esfuerzo y la recompensa. Quien la hace no solo atraviesa kilómetros: descubre un litoral que nunca se repite, aunque se mire desde el mismo lugar.

Porque los faros no solo alumbran a los barcos. También iluminan caminos interiores.

Yo la hice en sentido este a oeste (Irun –Bilbao), se podría hacer en el otro sentido sin problema.

Opciones de transporte: Se puede usar el tren para unir Bilbao – Irun, euskotren, con transbordo en Donostia.

Hay bastantes trenes pero el trayecto es largo, el tren va despacio y tiene muchas paradas. Se puede llevar la bici sin problemas, y varias estaciones están cerquita del recorrido , por lo que podrían ser de utilidad

Alojamiento: existen bastantes opciones, es zona bastante turística, para lo bueno y lo malo. Tenemos servicios pero en determinadas fechas no suele ser barato y suele estar lleno.

Tambien hay campings, en Higuer, Igeldo, Orio, Zarautz, Zumaia, Itziar, Mutriku, Lekeitio, Playa de Laida, Mundaka, Gorliz, Sopela….por lo que es una buena opción.

La ruta en su mayoría es ciclable pero con desniveles en algunos casos importartes.

Se alterna asfalto, pistas y alguna senda.

Hay dos lugares donde no es ciclable, pero merecen la pena hacer esos cachos con la bici en la mano. La zona del faro de Senokozuloa: escaleras y sendero pendiente. Y la zona del cabo de Matxitxako para unir Gaztelugatxe: sendero muy pendiente pero con grandes vistas. Existen alternativas.

Valoraciones


5 star0%
4 star0%
3 star0%
2 star0%
1 star0%

Reseñas

No hay reseñas que mostrar