Sergio relata cómo, a base de resiliencia y humor, logra cumplir sus tres objetivos (salir ileso, salvar la bici y terminar) mientras descubre la dureza y la magia de la ultradistancia en Chile.
“Clank!” no es el mejor sonido en el km 400 de Across Andes, en un camino perdido en mitad de Chile. Miro atrás, veo la tija desnuda y el sillín colgando de las correas de la bolsa, la cosa no pinta bien. En mi cabeza, me imagino ya caminando horas y fuera de la carrera… a no ser que consiga arreglar este líoo. Y aun no se qué es lo que se ha roto. Pero vamos un poco atrás, al principio de todo…
Dia 1: Pucón – Melipeuco (208km)
Domingo 23 Noviembre 2025, 8 am.
Pucón. Salida de Across Andes 2025, 807 km de gravel por los caminos de la Araucanía. Estoy listo. Listo para el desastre.
Aunque llevo unos cuantos años haciendo bici de carretera y algunas carreras de larga distancia en otros deportes, mi primer contacto con el gravel ha sido el día antes, en un ride social de dos horas. Creo que voy un poco justo. Esta última semana, la gente no para de preguntarme por presiones, y yo aun peleándome con las bolsas y decidiendo cuánta agua llevar, comida, cómo serán las noches, cómo ahuyentar a los perros…
Al menos tengo claros los objetivos (¡y su orden!)
1. No reventarme la cabeza
2. No destrozar la bici
3. Acabar.
Pienso que, si consigo 1 y 2, hay buenas posibilidades de llegar al 3.
Salida con 8 km de carretera neutralizada, ¡menos mal que era neutralizada! Da igual que el evento sea de 20, 200 o 2000 km, en cuanto se pasa el arco de salida, sueltan a los búfalos. La estampida es considerable, cuando salimos a la carretera general, casi no se ve a los de delante ya.
Más adelante descubriré que la estampida va a crear un desabastecimiento nivel COVID en cada mini tienda de aquí a Argentina. Intento tomármelo con calma, y en breve llegan los primeros caminos de gravel, que ya conocía del día anterior. Un par de bajadas complicadas, hago la primera montado, pero en la segunda decido poner pie a tierra. A mi alrededor, la mitad de la gente caminando y la otra mitad jugándosela.
Al doblar la esquina están vendando al primero que le ha podido el orgullo, mano reventada contra una piedra…
Según las notas, en el km 60 hay un pueblo donde se pueden comprar cosas, pero yo no veo nada. Primera dosis de realidad, aquí pueden pasar horas sin encontrar comida ni agua, y las notas de carrera son “orientativas”.
En el km 72, por fin una especie de minimarket. Como la tienda de ultramarinos del pueblo, pero 25 años atrás. Y cuando llego, está arrasada. No han hecho previsión para el huracán Across Andes, la estampida no ha tomado prisioneros. No hay agua, no hay coca-cola, de comer lo justo (4 galletas bien secas, por eso siguen ahí).
Eso sí, cerveza la que quieras, ¡y fría! Mientras decido que es un poco pronto para las birras, la amable señora empieza a sacar jarras de agua de un lavabo y ofrecerlas. Dice que el agua del grifo en Chile se puede beber sin problema.
Me lo quiero creer, relleno bidones y sigo.
Sin incidencias hasta el km 95, donde hay un pueblo y otro minimarket. El calor está pegando ya (pasamos los 30ºC), y han sacado una manguera. La gente está metiéndose entera debajo del chorro, me uno. Compro un helado de hielo que parece de fresa, pero no sabe a fresa, y sigo. De aquí, quedan 10 km de subida dura y luego todo bajada hasta Cunco, km 170.
Una hora de la bajada y aparecen un chico vendiendo coca-colas, agua, empanadas… ¡este sí que sabía que veníamos! Emprendedor local. Meto una coca-cola que me sabe a gloria y un mini bocata y sigo para Cunco. Aquí ya hay que empezar a tomar decisiones, ya que mi intención es pedalear lo mínimo de noche (por dos razones: cumplir el objetivo 1 y que no me coma un perro, que es una extensión también del objetivo 1).
Los pies están algo machacados pero un tramo de carretera ayuda a aliviar. En Cunco hablo con otros participantes y me dicen que van a intentar llegar a Icalma (km 250). Después de mirar el perfil decido que me quedo en Melipeuco (CP1, 208k). Intento reservar por booking.com.
En Chile, una reserva en booking no garantiza nada.
Hay que reservar y llamar. Consigo reservar una cabaña (o eso parece), y salgo para Melipeuco. Sigo por caminos preciosos con vistas a uno de los ocho volcanes que pasaremos estos días, hasta que llego a Melipeuco, aún de día. Consigo llaves de la casa, pillo un super abierto para comprar cosas para por la mañana, y me acerco al CP1 a sellar e intentar cenar algo caliente.
Por el camino me encuentro a una brasileña medio perdida que no habla inglés ni español (¿cómo ha llegado al CP1?), y llegamos juntos. Después de una cena de espaguetis bastante tristes pero que inhalo en dos minutos, vuelvo al pueblo y me pego ducha, recargo aparatos, y a dormir.
Son las 23, y quiero estar en ruta a las seis.
Dia 2: Melipeiuco – Conguillío (180km)
Han caído casi 6 horas de sueño. Salgo de la casa a las 6:30, y paro en el CP1 otra vez a limpiar un poco la bici y meterle algo de presión a una rueda que ha bajado por la noche, esperando que aguante.
El camino a Icalma empieza pavimentado y en ligera subida, pero pronto se viene la subida de verdad, y el gravel. Aquí ya se nota que la carrera va desperdigada, no se ve mucha gente como el día anterior.
A mitad de los 9 km de subida, encuentro una piedra a la sombra, y decido desayunar y ajustar tema ropa. Son las 8 y ya empieza a cascar bien Lorenzo. Mis malas decisiones de bolsas hacen que tenga que meter la chaqueta en el bolsillo, lo que crea un bulto estéticamente penoso (seguro que por eso no salgo casi ninguna de las fotos oficiales).
Arriba en Icalma, otro minimarket que no ha podido repostar del todo tras la pasada de la estampida, pero al menos voy bien de agua (o eso creía). Meto una coca-cola y unas galletas y sigo.
Se vienen los temidos 60 km de altiplano hasta Lonquimay, donde se esperan 40ºC. Soy asturiano. Vivo en Reino unido, yo no estoy preparado para esto.
Son las 10 am y ya tocamos los 30ºC cuando ataco las primeras rectas. Gravel rápido, pero para fuertes mentales. Se ve la inmensidad de la pista que se extiende en el horizonte. Y nada a ambos lados. Nada es nada. Las botellas empiezan a bajar a una velocidad preocupante. Tras una hora, veo un pequeño lago, y un par de riders metidos hasta el cuello.
Lo que sea para bajar el calor. Pero solo quiero que se acabe esta sección, así que sigo sin pararme. Algunos árboles aislados dan trocitos de sombra que aprovecho para hacer paradas cada 45 min. Los bidones están secos ya, me queda el camelbak. No disfruto el chupeteo del tubo ese, pienso que gasto más calorías en la succión que el beneficio que obtengo del agua.
Por suerte, estoy llegando al final y tras una bajada conecto con un carril bici semi asfaltado que me levara a Lonquimay, la antesala de la infame cuesta de las Raíces. El termómetro explota ya con 39ºC. Llego a Lonquimay y entro en el primer bar. 4-5 bicis en la puerta.
Engullo una botella de agua antes siquiera de pedir la comida. La variedad de la carta no es para tirar voladores. Bistec o nuggets con patatas. Ninguna parece ideal para meterse dos horas de subida a las 2 de la tarde, pero voy a por los nuggets. Visita al WC para soltar plomo y refrescar con crema. Siento que no he empeorado el status quo del inodoro, dado el estado de destrucción en el que se encontraba a mi llegada. Los búfalos han pasado por aquí, sin duda.
Empiezo subida a la cuesta de las Raíces. El principio por carretera. A los dos km ya voy tocado. El recalentón con el que llegué a Lonquimay no se ha pasado y pienso si me debería tirar en una sombra un rato hasta que se pase. Quiero seguir avanzando así que decido caminar empujando la bici un rato, y de paso descansar las rodillas algo.
Me pasan los amigos de Aurum, y el coche que va rodando un video para un documental. De vicio, ahora voy a ser el triste que camina por una subida de carretera, para todo Youtube. Nota mental de hablar con ellos para que me quiten del video o que me cambien la cara con IA.
Entre trocitos de caminar y otros subido a la bici, llego arriba. Justo en los últimos 200m, hay un depósito echando agua en modo fuente. Ni un cartel ni una pista de donde viene el agua. No sé si será fecal o incluso radiactivo, pero esta helada, así que meto pies, manos, cabeza, y todo lo que puedo para refrescar. No bebo por miedo a posibles mutaciones, pero el alivio ha sido tremendo.
Ahora hay bajada hasta una parada no oficial en el k350. En la parada hay posibilidad de comer algo caliente y adquirir geles y otros productos de nutrición deportiva al módico precio de 6 euros por gel. Sí, las cadenas de suministro son complicadas aquí. Meto un pollo con arroz, y salgo hacia el parque del Conguillío.
Un compi holandés me ha dicho que tiene algo reservado a 50 km, y que podemos compartir, así ya tengo objetivo. El camino va sin incidencias, hasta que, ya cayendo la noche, decido chequear el Google maps para ver cómo llegar al alojamiento.
Según mis cálculos debería estar a 3-4 km, pero oh maravilla, no hay cobertura ni internet, así que no puedo saber cómo llegar. Recuerdo el nombre del pueblo, y le pregunto a una lugareña.
Ah si, eso esta 15 km para atrás, pero te lo haces rápido, dic. No puede ser. ¡No puede ser! Intento calmar el pánico y pensar, no tiene sentido haberme alejado tanto.
Por suerte, consigo una rayita de cobertura que me confirma que estoy a 4 km, y voy en la dirección correcta. La señora resulta que estaba más perdida que yo, por lo que parece. Se hace totalmente de noche y empieza otro tramo de gravel. Cuando estoy a 1 km del alojamiento, ¡primer perro agresivo!
Sale de la nada y ladra a saco. Error número 1, intentar ir más rápido que él. It’s not gonna happen. El perro va mucho más rápido, se cruza todo el rato, y sigue ladrando. Le pego un grito desgarrador y el perro se acojona y desaparece.
Llego a las cabañas y allí no hay nadie. Por supuesto, tampoco hay internet. A los 15 min, aparece una sombra y consigo convencerle de que me lleve a la cabaña donde está mi compi. El señor se ofrece a traernos unas costillas en 45 mins. Debemos estar en una distorsión espaciotemporal, porque hora y media después allí no hay costillas. Llaman a la puerta y un chaval nos dice que tardarán una media hora más.
Cancelo las costillas y me dispongo a dormirme cuando se oyen unos golpes en la puerta. Abro y me encuentro al parrillero enfadado pegando gritos. El hombre esta estresado y encima no sabe qué hacer con las costillas ya que le ha cancelado todo el mundo. Le digo que me traiga las p*** costillas para que me deje en paz, y diez minutos más tarde estoy comiéndolas y pensando que no voy a dormir mucho esta noche.

Dia 3: Conguillío – Villarrica (151km)
Después 5 horas de sueño, me levanto y preparo todo para salir. No ha sido mi mejor noche, con perneras de la bici de barrera anti chinches después de ver un par de bichos en la colcha. Hoy se viene día duro con las últimas tres subidas gordas. Estoy casi en el km 400 de carrera y no del todo mal de dolores y molestias. Los objetivos siguen intactos.
El parrillero aparece con una especie de desayuno a las 7. Este incluye unos huevos, y ahí está la venganza que ha estado tramando toda la noche. Están crudos, aunque eso aun no lo sabemos. Mi compi le pega un golpe al huevo para abrir la cascara, y acaba más enhuevado que el chaval del video de la Sole. Ahí decido que ya ha sido suficiente locura, cojo la bici y me piro a subir el primer puerto. Mi compi se queda friendo los huevos en una sartén.
La primera subida pasa sin incidencias, aparte de un par de curvas que no se las sube ni Pidcock con eléctrica. Bajada también bastante entretenida, y ya en el llano antes de la segunda subida, llega el momento sillín con el que hemos empezado este relato.
¿Que ha sucedido entonces?
Uno de los tornillos que une el sillín a la tija de ha aflojado y el sillín se ha soltado. Hasta ahí todo arreglable, el tornillo sigue ahí. Pero la pieza intermedia entre sillín y tija no esta. Mierda.
Pensando que me voy para casa, decido mirar en el puente que acabo de pasar por si acaso. Y allí esta, a 10 cm del borde del puente con el rio, intacta. Recupero la pieza y me voy a un lado a hacer la reparación. No creo que me lleve más de cinco minutos.
Pero hay un enjambre de abejas que tienen distinta opinión, y se dedican a abrasarme mientras aprieto los tornillos. 10 min después tengo la bici arreglada y 4 picaduras de mis nuevas amigas. Os fumigaba enteras, pero tengo que acabar esta carrera.
La segunda subida va sorprendentemente bien, y desde ahí una bajada y tramo de carretera me llevará al CP2, km 465. Los últimos 20 km se hacen muy pesados y otra vez con mucho calor. Voy justo de agua y me arrastro por el tramo de asfalto, pero llegando al CP, que esta otra vez en Cunco, aparece, en mitad de la nada, una gasolinera con cafetería con muy buena pinta.
Ni CP ni leches, decido pararme aquí y darme un homenaje. Tienen pizzas, comida, WC de entrar con ficha (= estado de limpieza espectacular). Casi una hora después soy una persona nueva, sello en el CP2 y sigo directo a la última subida, Pedregoso. Con ese nombre no espero que sea asfalto, la subida hace honor a su nombre. Pero sobre todo la bajada, que pone a prueba la bici, mi cuello, manos y empastes.
Sigo cumpliendo objetivo 1 (por los pelos). Llego a Villarrica (km 540) bien de luz y tengo un dilema. Aún podría sacar 1-2 horas más, pero no está claro cómo está el tema de alojamiento o incluso si habrá algo en ese tramo. Decido asegurar y encuentro un hotel muy chulo en Villarrica, al lado de un pub donde huele a hamburguesas desde la carretera. Ducha, cena y me acuesto temprano. Tengo en la cabeza recorrer los 267km que me quedan hasta meta al día siguiente. Veremos…
Dia 4: Villarrica – Pucón (267km)
La noche no va del todo bien. Un grupo de ciclistas de la carrera llega a la 1am y estoy hasta las 2 escuchando duchas, WC, extractores… A las 5 estoy ya arriba y salgo aún de noche para lo que se prevé un día largo de bici.
El tiempo ha cambiado y está súper nublado y húmedo. Esto me viene mejor que el calor, así que vuelo las primeras tres horas hasta Coñaripe. De ahí hay unos 40 km de carretera hasta el CP3, y le sigo dando duro. A las 11:20 estoy ya en Liñique (CP3, km 620). Desayuno allí y conozco a un Rodrigo, chileno muy enrollado, que volveré a encontrarme más tarde.
Desde aquí hay unas 5 horas hasta Panguipulli, y de ahí aun quedarán 107 km a meta, así que queda tarea. Voy ben de cabeza y piernas, sigo. El camino hasta Panguipulli pasa sin demasiado problema, algo de gravel pero bastante carretera y paisajes preciosos. Por tramos el sol empieza a calentar, pero más aceptable que días anteriores.
Llego a Panguipulli a las 5 pm. Aquello es un horno, no corre nada de aire. Volvemos a los 30ªC. Recargo botellas, como algo y salgo con la intención de hacer lo más posible con luz e intentar llegar sobre las 22:00 a meta. Ja, ja, ja.
A la salida de Panguipulli, otro recalentón. Tengo que sentarme en una parada de autobús a la sombra a recalibrar. Estoy mareado y empiezan a venir las dudas. Pero aquí henos venido a jugar, así que me subo a la bici y sigo. Los km van pasando, pero el ritmo es lento. Aquí han metido bastante gravel y eso se nota.
Rodrigo conecta conmigo y vamos juntos desde aquí. Él baja más rápido, y le digo que no me espere (le explico mi objetivo 1), pero él prefiere que vayamos juntos. Unos km más adelante, se da una piña. Por suerte, nada grave. A partir de ahí nuestros ritmos se hacen más parejos. Intentamos apretar para salir del gravel de día, pero un par de muros llegando al final tienen otra opinión. Cuando nos queda solo un tramo de gravel y unos 40 km a meta, mi compi se queda sin luces.
Le dejo mi powerbank y seguimos. Lo que sucede a continuación es una consecuencia de comprar powerbanks y luces y no probarlos antes de una carrera. Me quedo sin luces también. Le pido el powerbank. Él se queda sin luces otra vez. Todos estamos sin luces. ¿Como puede ser esto? Las luces se han descargado cargando el powerbank. De locos.
Estamos sin luces pero con un powerbank a tope, y no conseguimos ponerlo a funcionar al revés. Nos queda el frontal a los dos, pero no hay garantía de que eso nos vaya a durar 2-3 horas más, así que hay que resolver. Vemos abierto un restobar. Son ya las 23h, y dentro solo quedan la dueña y tres parroquianos apretándose unas copas. Entramos, enchufamos luces a un enchufe y la señora se ofrece para cocinarnos una salchipapa (el plato típico chileno, nada que ver con la infame canción).
Pero el momento surrealista no ha acabado. La señora tiene un equipo de sonido que parece una discoteca, y cambia la playlist para animarnos, Pasamos del greatest hits de baladas chilenas a un disco-remix de los 90. Las tiene todas, Rythm is a Dancer, Mr Vain, Scatman. Alguno se anima a echar un baile… Alucinando en colores con el party que se ha montado la señora en un momento, salimos para el último tramo de gravel hasta Villarrica, desde donde son 27 km de asfalto a meta.
Pero no hay ultra sin épica, así que aquí es donde me peta el cuello. Supongo que se habrá enfriado en la cena, pero no soy capaz de aguantar el traqueteo y la mirada arriba. Empiezo a pensar en esas fotos de internet de gente sujetándose el cuello con un palo para acabar carreras. No he llegado a ese extremo, pero no estoy lejos.
Parando a estirar cada dos km conseguimos pasar el gravel y llegamos a Villarrica, Desde aquí queda un pequeño puerto y bajada a meta. Se pone a llover, le digo al chileno que tire porque no le quiero retrasar más y sigo avanzando. Me quedo sin luz de detrás. A partir de aquí entro en un trance en el que solo pienso en llegar, y a la vez me pasan imágenes en las que me veo tirado en el suelo comido por perros en mitad de un charco.
El cuello mejora algo con el asfalto pero no para echar cohetes. Corono el puerto y me paro. Quedan 12km a meta. Está hecho, pero aún no. Objetivo 1, objetivo 1.
Bajo a una velocidad de risa, aún tengo un par de sustos con badenes, y a eso de las 2:30 am llego a la Birra Esquina donde espera Mariano para recibirme personalmente, como ha hecho con cada uno de los finishers de Across Andes.
Por cierto, Rodrigo no ha llegado aún. Luego descubro que se ha vuelto a quedar sin luces, se ha perdido, y llegara una media hora después.
Como resumen, los tres objetivos cumplidos, parece que sin secuelas físicas graves, unas 90 horas de carrera con 57h pedaleando. Nuevos amigos, mucha risa, y experiencias para recordar siempre. Para eso hacemos estas cosas, ¿no?
Across Andes es algo especial. Lo dice todo el mundo y es verdad. Un evento muy cuidado, por paisajes increíbles y con un mimo increíble de Mariano y Pauli. Súper recomendable.




















¡Felicidades! ¡Excelente texto! Captaste a la perfección lo que debieron sentir los 260 participantes (quizás con la excepción de Andrés Tagles, Seb Breuer y Sami Sauri…). ¡A por los próximos retos! ¡Felices fiestas y un maravilloso año nuevo!
Mil gracias Claudio. Los de delante para nosotros son extraterrestres con esos tiempos y la capacidad de no descansar. Muchisimo merito lo que hacen, sin duda. ¡Felices fiestas a ti tambien!
Que gran relato y que entretenido!!! Imagino que todos nos reflejamos en cada km que describes, jajajaja
Un gran abrazo 🤗
Gracias Alfredo, no hay carrera sin aventuras, y en esta pasaron unas cuantas. Y cada uno tiene las suyas, estoy seguro que se podria hacer un libro con las de todos 🙂
Excelente relato, muy entretenido y atrapante. Hasta dan ganar de recrear el de uno con el estilo que lo cuentas
Gracias DIego. Ya sabes, ¡a escribir!
Tremendo! que genial relato, me hizo recordar cada KM e incluso situaciones que había olvidado!! Saludos!
Gracias Juan Pablo, Sin duda, recuerdos imborrables los que nos llevamos de AA
Soy ese del principio al que viste accidentado en el km 32. Tu relato es impecable, certero, preciso y muy divertido. Across Andes es tan exitoso justamente por todo lo que contás y lo que no, que queda en cada uno como una marca imborrable. Un abrazo!
Hola Santiago, ¡espero que estes mejor y recuperado ya! Esta claro que Across Andes es especial, espero que eso se reconozca en el relato. Ua experiencia para repetir. Abrazo