Mi historia en Transpyrinees 2024

Adrián Merino nos relata su experiencia personal durante la Transpyrinees 2024. A lo largo de seis días, el autor describe los desafíos y anécdotas vividas en cada etapa, con un interesante resumen de aprendizajes que puede servir a quien se enfrenta por primera vez a algo así.

Junio-Julio 2024

DIA 1

Este primer día ya podría dar para escribir un libro de anécdotas, sufrimientos y disfrutes pero tengo que desayunar y continuar con el segundo día. La salida desde Pasaia la verdad que es muy bonito, sobre todo el enclave portuario-pescador desde donde se arranca. Primer puerto, Jaizkibel, donde la primera impresión es de “algunos dónde van a ese ritmo”.

Mi estrategia es rodar y rodar sin sobrepasar el ritmo de comfort. Tras pasar la zona costera, quizás la peor de todo el recorrido, por ser domingo y haber mucho tráfico, compuesto por incensantes vehículos franceses que raro es que dejen más de un metro de distancia al adelantar.  A partir de Arthaburu, comenzó a llover incesantemente en toda la zona de puertos. En las bajadas yo creo que habré gastado como la mitad de las pastillas de freno, ha debido de haber varias caídas que han desembocado en varios abandonos (bajar en grupo estos puertos puede ser un gran error).

Mi táctica para los puntos más duros de los puertos ha sido apearme de la bici, calzarme mis chanclas marca Oofos (especiales para descarga de músculos) y subir caminando, gran acierto para soltar piernas y espalda. En concreto, en Arthaburu ví algunos retorciéndose sobre la bici a 7-8 km/h mientras yo subía tranquilamente, empujando la bici, a 5-6 km/h. Día interminable de pedaleo llegando a un hotel que no era el que yo había reservado (sí que lo había mirado, pero reservé en otro. Las amplias zonas sin cobertura móvil no ayudaron a que esto saliera bien).

Una vez en el hotel, cuando me piden el DNI, me dicen que la reserva no está a mi nombre, revisan mi booking y me dicen que mi hotel está a unos 15 km. Pues bien, a la 01:30 rodando de vuelta y acabando con un puerto que no estaba en el track, de 3 km, para llegar al alojamiento. Gran trato del regente, el cual me da fruta y media tarta quiché que sabe a gloria. Posteriormente, calefacción a tope en el baño y lavado íntegro y secado de toda la ropa. Voy a desayunar, que hoy tocan Marie Blanque, Aubisque, Tourmalet y Spandelles. Por cierto, carreteras ESPECTACULARES.

Día 2

Tras un gran desayuno en el hotel, arranca dirección Marie Blanque, pues ahí empezó a torcerse la cosa, al tomar el cruce en la bajada del hotel, me fui hacia la derecha (donde me marcaba el Garmin) a pesar de tener la casi certeza absoluta de que era hacia la izquierda. Entre que me di cuenta y volví, pues unos 30km de más. Ya por fin llego al Marie Blanque, el cual no se me hizo tan duro como esperaba, por compartir sufrimiento con dos ingleses. Bajada espectacular del puerto y unos kms después Col del Aubisque, uno de mis puertos top de la ruta. Subida remontando el valle con unas vistas tornándose ESPECTACULARES.

Tras coronar una de las bajadas más disfrutonas de estos días. Siguiente puerto, tras muchas horas ya en la bici (aquí sumas muchísimo desnivel pero pocos kms), Col de Spandelles (uno de los cocos de la ruta), ya lloviendo xirimiri (es increíble como cambia el tiempo en la montaña). Tras un larguísimo ascenso, toca bajar en mojado, menos mal que era sencillo y apenas había curvas complicadas. Llegada a Argeles-Gazost donde está vez me comenzó a salir todo bien, hotel reservado, limpieza de la bici en una gasolinera, pizza deliciosa para cenar y al hotel. En este día salieron pocos kms por haber empezado tarde y acabar pronto, pero no quedaban ganas de ir a por el Tourmalet. Para el día siguiente, mi táctica de sueño y descanso iba a cambiar.

Día 3

A partir del tercer día cambié mi estrategia, sustituí el alargar las rutas hasta bien entrada la noche por empezar a rodar de madrugada y acabar por la tarde para poder cenar con tranquilidad y dormirme a las 22:00 (gran acierto este cambio). El día 3 empecé con la subida al mítico Tourmalet (subiendo con sol y con chaqueta de invierno). Espectaculares vistas aunque el puerto es bonito, sobre todo, en sus últimos 4-5 km, el resto tiene un montón de rectas con buena pendiente que resultan tediosas, especialmente a la salida de Bareges.

Una vez coronada la cima más alta de Transpyrinees, descenso con un intenso frío sobre todo desde La Mongie, donde entrabas en una espesa bruma. Poco después de llegar al valle, tocaba el ascenso al Col d’Aspin, donde ya empezaba a apretar el calor (adelanté a Santy Mozos, quien lo estaba pasando fatal el pobre hombre por problemas intestinales causados por beber agua que cogió del monte, que a la postre le hizo retirarse). Bajada de la espectacular seguido de una sucesión de puertos que hacen que se te olvide lo que es rodar en terreno plano (Lançon, Le Rouisseau y Vql Louron uno detrás de otro).

Las lumbares y las pastillas de freno se resentían cada vez más, lo que me hizo parar en un complejo deportivo de Loudenville para que me dieran un masaje que me dejó como nuevo y que me hizo subir Peyragudes como si fuese el primer puerto de la ruta. Tras una bajada divertida pero peligrosa, por la llovizna incesante, en el velle encontré un restaurante donde me zampé una hamburguesa deliciosa. Para acabar el día, subida de noche del Col du Portillon, viendo infinidad de corzos y tras bajar sufriendo por falta de concentración (casi me voy recto en dos curvas, la mente se nota cansada en las últimas bajadas del día), llegada al hotel, esta vez en terreno ilicitano, Bossos, donde disfruté de un reparador descanso.

Día 4

Día que arrancaba desde territorio ilicitano, donde tuve una muy buena noche de descanso y un buen desayuno Iara arrancar el día camino a Francia de nuevo. Antes de ello, tocaba aprovisionarse en una gasolinera de Repsol (frutos secos, panteras rosas,…) ya que en las gasolineras de Francia la comida brilla por su ausencia. Muchos ascensos hasta llegar al pueblo de Tarascon, donde de nuevo tocaba cenar una deliciosa pizza (la mitad de calorías que habré ingerido en la ruta provendrá seguramente de las pizzas😃).

El coco del día fue el Col d’Aspet (puerto corto pero durante 4km tiene pendientes entre el 9,5-10,5% sin descansos). Este puerto los más veteranos, lo conoceréis porque fue donde se dejó la vida el campeón olímpico Fabio Casartelli (corría el año 1995 y el casco no era obligatorio), contra un muro de piedra según bajaba el terreno que me tocó subir a mí. A excepción de este, día de puertos largos pero tendidos, con una rapidísima bajada algo peligrosa (por la gravilla que había) tras coronar el Col de Lers, a 1517 m de altura.

Este último puerto, compartí subida con Vicente Mendia, el cual iba en compañía de una chica y un chico que solían coronar algo más tarde los puertos (digamos que era mi gemelo de ritmo en los ascensos). En la bajada se me escapó (baja muy bien) pero luego le alcancé agarrado a los acoples y le ofrecí rueda para llegar a toda velocidad al pueblo de Tarascon, donde había reservado hotel. Una vez allí, colada de ropa en la ducha, calefacción a tope en el baño (aquello parecía una auténtica sauna) y para cuando me levanté, a las 03:00 a.m., tenía toda la colada limpia y seca.

Día 5

Amanecí temprano a las 02:15 (teniendo la alarma a las 03:00, el cuerpo pedía fiesta). En resumen, todo recogido y empecé a rodar en Tarascon a las 03:00 con una buenísima temperatura, únicamente con un chaleco que ya me sobraba al inicio del Pas de Soulombrie.

Una de las cosas que me han encantado de esta aventura ha sido el subir puertos por la noche, sin tráfico y viendo una barbaridad de animales, en concreto en esta subida vería bien cerca 5 o 6 zorros, corzos, conejos, incluso un murciélago que no sé si me quiso saludar, comer o qué, pero el caso es que se me chocó de frente contra el casco.

Buena idea la de llevar el frontal en el casco y así poder enfocar hacia los márgenes de la carretera para divisar la gran cantidad de fauna que me observaba, divisándose primero el clásico brillo de los ojos al reflejar la luz. Ya bajando el Segundo puerto del día, el Col de Luzenac, comenzó a despuntar el alba, llegando a Ax-les-Thermes, pueblo donde había que iniciar la subida y bajada del puerto invitado de este año, concretamente Ax-3-Domaines.

Previamente a la subida, como había que subir y bajar por el mismo sitio, solté la bolsa del sillín y la escondí en unos arbustos, para recuperarla en la bajada. El puerto invitado de este año me decepcionó bastante ya que ni la subida fue bonita ni lo eran las vistas desde arriba, a pesar de coincidir con la salida del sol, decepción de puerto.
Tras recuperar la bolsa, tomar un café y una deliciosa napolitana, tocaba el ascenso al Col de Chioula, donde fui en compañía de un finlandés con una S-Works que le sonaba por todos lados.

Posteriormente, el sueño iba en aumento (no había dormido más de 3 horas esa noche), tras tener un par de sustos bajando el Col de Chioula, al acabar el descenso, me dí de bruces con unas mesas de madera, la cual me sirvió como cama improvisada, no sin antes hinchar la almohada de viaje que llevaba. Tras un reparador sueño de calculo una hora, arranqué hacia el Col de Pradel, en donde encontré una fresquisima fuente pública donde además de llenar bidones, metí las piernas y me dejaron como nuevo…

Tras coronar Pradel, subida a Col de Paiheres, uno de los puertos más duros y largos de la ruta, donde apretando como apretaba el calor, decidí bañarme en el río (otro acierto más). La bajada de este puerto fue un monumento, un parque de atracciones del ciclismo, parecía un scalextric, poca pendiente y carretera que se enroscaba en múltiples curvas. Posteriormente, tuve suerte de llegar a un pueblo, llamado Quérigut, donde había un súpermercado (lo de súper le viene que ni pintado), donde me apreté un bocata con los ingredientes que llevaba pensando horas antes (aguacate, jamón york y atún). Allí había un montón de participantes comiendo como si no hubiese un mañana. Llegada a Els Angels a una hora decente para dormir tras zamparme una deliciosa pizza calzone mientras veía el aplastamiento del día de Pogacar en el Galibier.

Día 6 (meta)

De nuevo inicié el día en la carretera a las 3 de la madrugada con una temperatura ideal para subir el Col de la Llose (unas horas antes, otros participantes se cocieron de calor por la tarde). En este ascenso, de nuevo, innumerables animales vistos en la carretera y a sus bordes, incluídas varias familias de corzos observando mi paso, como si de espectadores del tour fuesen (solo les faltaban las pancartas).

Tras el ascenso y la foto de rigor, llegó la bajada más larga de toda la ruta, calculo que estuve más de una hora bajando, requiriéndose la atención de todos los sentidos, tanto por el continuo cruzar de animales por la calzada, así como, ya en la segunda parte de la bajada, con no tener despistes en las curvas (solo se veían bloques de piedras al borde, seguido de la más negra oscuridad, sin observarse nada con el frontal, signo de que lo que seguía a la carretera, era algún tipo de barranco vaya usted a saber de cuánta altura).

Esa zona me parece que tenía que ser preciosa pero, al menos yo, no lo pude comprobar. Por cierto, ese día, la gran mayoría de los participantes que iban por delante de mi, estaban durmiendo en Prades, lo comprobé durante la madrugada. Ahí fue el punto en el que sustituí mi intención de ser únicamente finisher de Transpyrinees, por una completa competitividad y ya me propuse adelantar a todos los que pudiese en los últimos 200km de la ruta (finalmente acabé el 74, habiendo iniciado el día el 102). Continuando con la ruta, subiendo el Col de Palomere, tuve un contratiempo que fácilmente podía haberme hecho abandonar. Al ser un ascenso tan largo, había que comer durante el mismo, pues bien, saco una bolsa de gominolas, mientras rodaba como a 6km/h, me desequilibro agarrado únicamente con la mano izquierda en uno de los apoyos para los acoples, acabando en el suelo, con un fuerte golpe en la cadera que aún me dura el dolor. Tras levantarme comprobando que solo tenía leves rasponazos y la bici no tenía desperfectos, seguí para arriba (lo de que el azúcar mata casi lo compruebo al pie de la letra). Dos kilómetros después de ascenso, me toco el casco, donde suelo llevar la gafas y allí no estaban.

Tras comprobar lo de las gafas, pues nada, hacia abajo 2km para recuperarlas (que allí en la hierba me estaban esperando pacientemente) y vuelta para arriba de nuevo. Siguiendo el track sin apenas descansar, se sucedía las constantes subidas y bajadas teniendo que acceder a España de nuevo por un paso que al parecer, antiguamente era ilegal, hacia la Jonquera, con una buena emboscada (o Mazonada en este caso) por una pista más de gravel o btt que para una bici de carretera con carga.

Una vez cruzada la frontera, bajada espectacular y buen asfalto hasta unos polígonos, donde me aprovisioné con comida y bebida. Posteriormente, subida a un corto puerto en terreno catalán y después iba a llegar el peor momento para mí de toda la carrera. Os pongo en canción, unos 27-28 grados de temperatura, rectas larguísimas y un viento en contra como de 30 km/h. Todo ese terreno anímicamente me hundió (a pesar de estar muy cerca ya de la meta).

Tras una hora peleando contra este viento, calor y hundimiento moral, inicié por fin el ascenso al último puerto, San Pere de Rodas, siguiendo con el calor, el viento y el canto incesante de las chicharras en los árboles (sonido que odio, porque siempre lo asocio al calor en el Mediterráneo). Ya por fin llegada al bonito santuario, bajada hacia LlanÇa, que no era el pueblo que había tras bajar el puerto, si no que había que pedalear otros 7 pastosos kilómetros hasta la llegada al puerto de dicho pueblo, donde esperaban los organizadores para recoger el tracker y entregar los obsequios destinados a todos los finisher.

Por último, me fui de cabeza al primer kebab que encontré en el pueblo para reponer fuerzas y comprar en un súpermercado múltiples víveres para pegarme un homenaje en el hotel y celebrar que por fin, era finisher de Transpyrinees 2024.

CONCLUSIONES Y APRENDIZAJES EN TRANSPYRINEES 2024

  • 1. Less is more: no estoy de acuerdo con esta tendencia de ir justisimo de material. Prefiero que sobre algo porque hay momentos que echas de menos alguna prenda que se ha quedado en caso. Para mí, la retirada por frío no es una posibilidad.
  • 2. Acabar pronto las jornadas: mejor empezar a pedalear de madrugada (a las 3:00 es una buena hora), mejor que alargar mucho la jornada (bajando puertos de noche, después de un largo día, te expones a caídas, la mente no está al 100%, esto lo noté yo bajando el Col du Portillon a las 23:00).
  • 3. Nunca coger agua del monte si no es seguro que sea buena: varios participantes se retiraron por diarreas y vómitos por bacterias ingeridas en el agua supuestamente buena. Antes que eso, si te ves deshidratado (no es una broma) mejor beber la orina (no lo tuve que hacer pero es lo que haría).
  • 4. Transpyrinees mejor solo: en una carrera con tantos puertos, cada uno va a su ritmo y el que va más rápido tiene que esperar al coronar cada puerto, con el consiguiente riesgo de quedarse helado. Además, las bajadas en grupo (como quedó demostrado el primer día), son más peligrosas, si uno se cae u otro está a punto de hacerlo, los que van detrás a buen seguro acaban con los huesos en el suelo.
  • 5. Kilómetros de entrenamiento: a mí con 8000 km este año me han sido más que suficientes, sin necesidad de hacer grandes kilometradas previas, si no entrenamientos de calidad (sin series, por supuesto, las odio). El cuerpo (al menos el mío), se va adaptando día a día al esfuerzo.

 

Mi Badlands 2023

Luis Alaix corrió participó en Badlands 2023, la prueba gravel por excelencia de Europa. Describe cómo se inscribió y preparó para la prueba, las dificultades que enfrentó, las personas que conoció y el viaje que vivió junto a su compañero de equipo Javi.

Septiembre 2023

Introducción

Muchos conocéis la Badlands, esa prueba (me resisto a llamarla “carrera”) cicilista de ultradistancia que se celebra en el sur de España, sale de Granada y recorre varios desiertos y varias provincias de Andalucía para terminar en Capileira, en la Alpujarra. Pero no quiero hablar de “la” Badlands, sino de “mi” Badlands.

Como devorador de cualquier cosa que se escriba en redes sobre la Badlands, he leído todos los artículos en español o en inglés que he localizado por las redes. Entre ellos, leí un artículo de Bradley Shenton, en off.road.cc, en el que se distinguía entre correr y participar en la Badlands (“race” y “ride”, en inglés). Me pareció una distinción muy interesante, la verdad, porque no es lo mismo lo primero que lo segundo. No tiene nada que ver la experiencia -ni, por supuesto, el esfuerzo- del que hace la prueba en 38 horas, sin dormir y casi sin parar, que la experiencia del que apura el límite de las 128 horas que hay para terminar (spoiler, mi Badlands fue del segundo tipo).

Esto enlaza con el matiz que he hecho en el primer párrafo: hay tantas Badlands como participantes y cada una de ellas es una experiencia única y maravillosa. Incluso, habiendo participado en la modalidad de pareja, como hice yo, nada tiene que ver mi experiencia con la de mi compañero, Javi. Cada uno, aun yendo los dos juntos en todo momento, vivimos la prueba de una manera muy diferente. Y esto es, en mi opinión, una de las mejores cosas que tiene la Badlands y el resto de pruebas de ultradistancia. Puedes aproximarte a ellas de tantas maneras diferentes que permite que lo disfrute un espectro muy grande de personas.

La organización

Creo que es un error pensar que la Badlands 2023 empieza el día 3 de septiembre de ese año. La Badlands empieza mucho antes: empieza cuando te dicen que tienes plaza. En mi caso concreto, la Badlands 2023 empezó un día del mes de julio de 2022. Sí, has leído bien, 2022. Ese día, a punto de irme a dormir, recibí un WhatsApp de mi amigo y cliente, Jesús. Decía algo así como “ha habido suerte (o no): te he conseguido una inscripción para la Badlands de este año. Tienes que inscribirte hoy mismo.” En ese momento, me empezaron a temblar las piernas. “No tengo material”, “no he hecho nada por el estilo en mi vida. Ni siquiera he hecho una salida que incluyera hacer noche” fueron frases que me pasaron por la cabeza. Por supuesto, eso no impidió que me apuntara inmediatamente. La suerte estaba echada.

El tema del material tenía fácil (aunque no barata) solución. Me hice una lista y fui a comprar todo lo que me faltaba (bolsas de bikepacking, material para dormir, un desarrollo adecuado… la lista era larga).
La parte de entrenar para algo así no era tan fácil, pero, bueno, se podía hacer. Mis vacaciones empezaron poco después y empecé a salir con la bici cargada hasta arriba para acostumbrarme al peso y al comportamiento de la bici con bolsas.

Por desgracia, la aventura acabó pronto: el día 2 de agosto de 2022, de la forma más tonta, me caí de la bici y me rompí el quinto metacarpiano de la mano izquierda. Tres semanas escayolado. Imposible salir a principios de septiembre a pasar una semana montando en bici. Por suerte, David, de la organización, fue muy comprensivo y me dijo que no había ningún problema en participar el año que viene. Me guardaba un puesto.

Como no hay mal que por bien no venga, ese año extra me iba a permitir estar más preparado y no hacer todo deprisa y corriendo. Además, Javi, un amigo del colegio, parecía convencido e iba participar, así que podría hacer la prueba en buena compañía. Por desgracia, una cosa era estar convencido y otra muy distinta, tener plaza: no hubo suerte y no consiguió plaza en el sorteo. Pero, bueno, no estaba todo perdido, y se apuntó a la lista de espera.

Yo, mientras tanto, iba entrenando lo que el trabajo y la familia me permitían. Además, como cumplía 45 años en 2023, pensé que era un buen regalo de cumpleaños tener esta aventura (y una bici nueva, ya que estábamos).

El año va a avanzando y llegamos al mes de mayo: el mes de la Virgen, de mi cumpleaños… y de una visita al dermatólogo con resultado inesperado. Resulta que tenía un melanoma y había que quitarlo y ver cómo de malo era. Fueron unas semanas entre regulares y malas, con la cabeza en otro sitio y entrenando mucho menos de lo que estaba planeado. Por suerte, todo quedó en un susto (gordo, eso sí).

El mes de mayo no solo trajo malas noticias: tras un correo a David preguntándole si había habido alguna cancelación, me confirma que hay plaza para Javi, pero que tenía que apuntarse en 24 horas. No sin dudarlo, Javi se apuntó. Su principal miedo/problema es que no tenía bici de gravel. Como es un valiente (¿o inconsciente?) aceptó mi ofrecimiento y llevó la bici que no utilizaría yo. Para adaptarse a una bici de una persona que mide 10cms menos que él, le bastó con hacer un viajecito con colegas de 3 días…

En ese momento no era consciente, pero que Javi se apuntara cambió totalmente lo que habría sido la Badlands de haberla hecho yo solo. Sin duda, fue una experiencia mucho más enriquecedora y completa. Me atrevería a decir que pasó de ser un evento deportivo a una experiencia vital. Por supuesto que, de haber ido solo, habría disfrutado, habría sufrido y habría conocido dónde están mis límites. Pero ir con Javi, además de darme la oportunidad de conocerlo mejor, hizo que la Badlands fuera, como digo, una experiencia vital. No voy a decir que me haya cambiado la vida, pero sí que me ha hecho ver la vida de una forma un tanto diferente. No le puedo estar más agradecido a Javi por haberme acompañado en esta locura y por haber sido el mejor compañero posible.

Cada uno como pudo fuimos preparándonos para la prueba. Varias llamadas para discutir material a llevar (Javi, tirando a poco; yo, el justo o, incluso, algo más), el planteamiento de la prueba (Javi me quitó enseguida la idea de dormir a la intemperie y, por si no me la había quitado, no llevó saco ni nada, así que dormiríamos en hoteles o casas rurales). Mucho mensaje de WhatsApp y muchos nervios y nos plantamos el 2 de septiembre en Granada, durmiendo en casa de los padres de Javi. Empieza la aventura.

La prueba
El previo

Javi voló de Berlín a Málaga el viernes y, después de pasar por la playa un rato, cogió el tren para Granada. Yo no llegaría hasta el sábado para aprovechar las últimas horas de vacaciones en familia. El sábado prontito cogí todos los bártulos, carretera y manta hasta Granada. Teníamos bastantes cosas que hacer el sábado antes de empezar con nuestra aventura: recogida de dorsal, briefing y últimas compras.
Después de todos nuestros recados, vuelta a casa de los padres de Javi para cenar, preparar las bicis y dormir. No puedo estar más agradecido por lo hospitalarios que fueron los padres de Javi.

Día uno: Granada – Villanueva de las Torres. 152km. 3.147 metros.

Por fin había llegado el día. Había que estar a las 7:30 en el Palacio de Congresos de Granada, así que teníamos que salir de casa de los padres de Javi a eso de las 7:15. Sin problema. Nos ponemos el despertador a las 6:15 y vamos sobrados. Al fin y al cabo, habíamos preparado las bicis el día anterior, así que tampoco necesitábamos tanto tiempo para arrancar. Resultado: llegamos a la salida a las 7:55, cinco minutos antes de la salida. Tiempo de sobra…
Pues vamos allá. Los primeros kilómetros son un aviso a navegantes: casi 2.000 metros de desnivel en poco más de 40kms. Por suerte, no hace sol y vamos fresquitos. Tan fresquitos que nos empieza a lloviznar. Parada para taparse. Seguimos pedaleando. El paisaje es muy bonito y podemos disfrutarlo un poco.

Después de unos 60kms (la cabeza de la carrera ya va por el km110…), decidimos parar en una gasolinera a tomar algo caliente. Javi va mejor, pero yo me estoy quedando pajarito, así que me pongo el plumas a ver si entro en calor. Aquí tuvimos nuestro primer golpe de suerte porque empezó a llover como si no hubiera un mañana. Como estábamos a resguardo, no nos mojamos. Javi ayudó a todos los guiris a conseguir algo de comer haciendo de intérprete, mientras yo terminaba de entrar en calor. Una hora y media después, habiendo dejado de llover, decidimos seguir nuestro camino.

Seguimos pedaleando durante unos cuantos kilómetros, que incluyeron la primera de las “subidas” que nos marcaba el GPS: la subida al Mirador del Fin del Mundo. Subida corta (menos de un kilómetro), pero infernal, con una pendiente que llegaba al 18%. Muy dura, pero permitía probarse un poco para ver dónde estaban los límites. En esa subida decidí que mi objetivo iba a ser tratar de hacerlas todas sin poner pie a tierra (spoiler, no lo conseguí).

Tras una zona de caminos bastante bonita, bajando un rato por una garganta espectacular, llegamos a un pueblo y decidimos parar a merendar. Estaba claro que nuestro planteamiento era muy distinto al de mi amigo Jesús, que no dormiría más que 5 horas en toda la prueba y no pararía casi ni para mear…
En esa parada conocimos a una chica mexicana a la que Javi ayudó a conseguir un sándwich (no quedaba nada en el restaurante, pero se lo prepararon con lo que tenía la familia que lo llevaba). No lo sabíamos, pero acabábamos de conocer al tercer miembro de nuestro equipo.

Con las fuerzas que nos había dado el helado de la merienda, seguimos dándole a los pedales. Esta era una de las partes que se habían modificado de la ruta original para evitar riesgos por las lluvias torrenciales previstas (ya sabéis, Badlands light en palabras de Flecha) e hicimos bastante carretera, pasando por delante del hotel que habíamos reservado un rato antes.

Aquí nos surgen las primeras dudas: ¿paramos ya? ¿o seguimos pedaleando y volvemos al hotel después (la ruta daba una vuelta y, aunque no volvía a pasar por el hotel, sí que pasaba cerca)? Llegamos a la conclusión de que era demasiado pronto y que se nos alargaría demasiado el día siguiente, así que seguimos pedaleando.

Pasamos por Gorafe donde vemos a muchos participantes parados cogiendo fuerzas, pero nosotros decidimos seguir sin parar. La subida a la salida de Gorafe empieza fuerte, sigue más fuerte y acaba fortísima. No solo tiene una buena pendiente, sino que, además, es larga y hace bastante viento. Aquí es la primera vez que pongo pie a tierra porque no puedo (quiero pensar que fue por culpa del viento y no de la pendiente…jeje). Pero el esfuerzo merece la pena porque las vistas desde arriba son impresionantes.
Después de una bajada un poco técnica (diría que la más técnica de todo el recorrido), pero, por suerte, corta, empieza la subida que más tocado dejó a Javi.

Yo subo a mi ritmo y, cuando llego arriba, paro a esperar a que llegue Javi. Pasa más rato del que esperaba y, cuando, por fin llega, su aspecto no es bueno. Avanzamos un par de kilómetros llaneando, pero no se recupera, así que decidimos parar un rato para que se le pase la pájara y para que yo haga mis necesidades y estrene la pala que llevaba para enterrar deshechos. A los dos nos vino bastante bien esta parada. En mi caso, el estómago me estaba molestando bastante y esto lo solucionó todo. En el caso de Javi, porque estaba muy al límite. No hay que olvidar que era el tercer día que utilizaba esa bici, que no era de su talla, y que Berlín -que era donde había estado entrenando- no se caracteriza por sus pendientes, precisamente. Tan mal estaba que, como me diría más tarde, tuvo una charla con un gato que se le cruzó mientras estaba tirado en el suelo.

Con las fuerzas muy justas, decidimos llegar a Villanueva de las Torres y ahí ver qué hacemos. Según nuestros cálculos el hotel que habíamos reservado estaba 10km pasado Villanueva de las Torres y dentro de la ruta. Estaba ya anocheciendo, así que encendemos las luces y reemprendemos el camino. Suave y con cuidado.

Por fin llegamos a Villanueva de las Torres y, tras un par de vueltas buscando un sitio en el que nos dieran comida caliente, nos metemos en el bar de Isa y Valentín. La primera en la frente: nuestro hotel está, efectivamente, a 10km de distancia, pero no en la ruta, sino fuera. Y es todo subida. No era la noticia que necesitábamos después de 150km… Pero, de repente oímos a Isa decirle a uno de los que estaban tomándose una cerveza tranquilamente en la barra “Juan, ¿por qué no acercas a estos chicos al hotel con tu furgoneta?” “Venga, vale. El año pasado me pasé toda la tarde arreglado bicis de gente que no sabía cómo. Este año puedo acercarlos al hotel.” No dábamos crédito. Eran casi las 10 de la noche y este hombre iba a dejar de tomarse su cervecita para coger la furgoneta, hacer 10km de ida y 10 km de vuelta para llevar a dos chalados desconocidos a un hotel. En ese momento, descubrimos que todavía hay gente buena en el mundo. Y no sería la última vez en el viaje.

Mientras esperábamos a que Juan estuviera listo para llevarnos, Javi decidió fumarse el cigarrito del día, así que salimos a la puerta del bar. Isa nos dio un poco de conversación, contándonos cómo el primero que pasó no paró ni a saludar (Morcillo, que acabaría retirándose sobre el kilómetro 500 por problemas con la rodilla). También charlamos un rato con una pareja de chilenos a la que yo no conocía, pero que Javi había visto antes/después de hablar con el gato. Su plan era llegar hasta Hinojares, 50km más adelante. Era imposible que nosotros hiciéramos algo así. Nos ceñíamos a nuestro plan de ir al hotel.
Poco antes de salir para el hotel, apareció la chica mexicana, Yuliana, y nos preguntó si podía venir con nosotros a ver si había suerte y había una habitación para ella en el hotel. Por supuesto que podía.
Como los tres no cabíamos en la furgoneta, Juan lio a su socio -que también se llamaba Juan- para que se viniera. Javi y Yuliana fueron con él y yo, con el Juan original y las bicicletas. Como Javi es mucho más hablador que yo, obtuvo mucha más información de su Juan que yo del mío: su trabajo consistía en reformar cuevas de la zona para hacerlas habitables. Muy interesante, la verdad.

Tras 20 minutos de carretera llegamos al hotel. Los Juanes no nos aceptaron ni una cerveza y se fueron en cuanto descargamos las bicis. Por suerte para Yuliana, había una habitación libre y pudo dormir en cama. También vimos a otra pareja que se había equivocado y, en lugar de seguir la ruta del safe track, siguieron la ruta original y habían acabado de barro hasta las orejas y les faltaba toda la parte del desierto que empezaba al pasar el hotel. No les envidiaba nada de nada. Pobres.

Después de una ducha reparadora, bajamos al restaurante del hotel a cenar. La habitación, que no era precisamente barata, al menos incluía un muy buen menú del día que me supo a gloria. Yuliana nos acompañó en la cena. Nos contó que era mexicana, pero que vivía en Dubái, que le gustaba mucho la bici y que esta era su primera experiencia gravel. También nos dijo que su plan para el día siguiente era estar en marcha a eso de las 6am. Nosotros ni de broma madrugábamos tanto. Es más, teniendo en cuenta que nuestro objetivo era llegar a Gor y que eso no eran mucho más de 100km, no pensábamos despertarnos antes de las 9:30.

Día dos: Alicún de las Torres – Gor. 106km. 2.032 metros.

Como somos gente de palabra, nos despertamos pasadas las 9:30, tranquilamente, nos bajamos a desayunar, nos vestimos y limpiamos las bicis, que estaban llenas de barro. Sobre las 11 de la mañana estábamos dando pedales. Tranquilamente.

El segundo día sería, para mí, y a pesar de que el paisaje seguía siendo espectacular, el peor de todos. No por duro ni por largo, que fue el más corto y tranquilo de toda la prueba, sino porque, al habernos quedado algo descolgados del grueso de los participantes, fue el único en el que no me dio la sensación de estar participando en un evento colectivo. Por supuesto, era mejor que mis salidas habituales. Al fin y al cabo, si no estoy haciendo rodillo, lo más normal para mí es salir solo (muy excepcionalmente salgo acompañado porque me resulta complicado cuadrar agendas con mis amigos ciclistas), por lo que ir con Javi era ya una mejora muy significativa. Pero, como digo, este día fue el único día en el que no vimos a nadie en toda la ruta y, además, mirando el dot watcher estábamos bastante lejos de todos los participantes que llevábamos por delante. Claramente, nuestro planteamiento de dormir mucho y bien no era el de la mayoría.

Una vez pasado Villanueva de las Torres, y, por tanto, otra vez en ruta, hicimos algo de carretera, pero pronto nos metimos por caminos sencillos con muy buen paisaje. Si bien el día anterior había sido casi todo subida, este día tuvimos una buena bajada, muy chula y no demasiado técnica, pero nos reafirmamos en que parar a dormir había sido una buena idea. Esa bajada no muy técnica, al ser por caminos, no la hubiéramos disfrutado mucho de noche, la verdad.
Nuestro día lo habíamos planificado en dos partes casi de la misma distancia: pararíamos a comer en Hinojares, que estaba a unos 50km y dormiríamos en Gor, que estaba a poco más de 100km de nuestro punto de partida del día.

El trayecto hasta Hinojares fue bastante sencillo y sin sobresaltos. Solo hubo una subida dura (la Subida de Chillar, algo más de 2km con 8,5% de desnivel medio). Hinojares, no obstante, fue una gran decepción. Ni un restaurante abierto, así que comimos en un chiringuito que estaba a punto de cerrar, pero el dueño, muy amable, nos preparó unos sándwiches mixtos y nos dio agua, Aquarius y un par de helados. Nos contó que era lo único que le quedaba porque habían arrasado los ciclistas que habían pasado antes que nosotros (casi todos, añado yo).

El tema de la comida, me estaba dando cuenta después de este día y medio, era algo curioso. Yo era más de comer en el primer sitio que encontráramos y lo que nos dieran. No porque no me guste comer bien, que me encanta, sino porque, en una situación como esta en la que estábamos, mi prioridad era reponer fuerzas antes que comer bien. En cambio, Javi era más de buscar buena comida (sopa, a poder ser), aunque eso supusiera dar vueltas por cada pueblo por el que pasáramos para encontrar el restaurante “bueno”.

Tras reponer fuerzas en Hinojares, seguimos nuestra ruta. Bastante carretera, algún que otro camino, pero nada ni muy complicado ni reseñable. Parada a merendar en otro pueblo. Solo había abierto una especie de pub en el que estaba la gente a eso de las 4 de la tarde tomándose sus copazos. Curioso cuando menos. Bueno, nos quedaba ya poco para Gor, que era nuestro destino ese día. Iba a ser un día corto, pero, una vez pasado Gor, nos esperaban casi 100km sin ningún sitio donde dormir y, además, a unos 2.000 metros de altitud, así que no era viable el avanzar más. Ya habíamos reservado un hotel a unos 5 kilómetros de Gor que no tenía mala pinta. Un poco rollo lo de salirnos de la ruta, pero solo eran 5 kilómetros de ida y 5 de vuelta.

Una bajada muy bonita, bordeando el Embalse del Negratín, nos llevó a la parte dura del día: casi 20km de subida, la mayor parte por carretera, aunque también con un trozo de camino entretenido. Aquí adelantamos, nos volvió a adelantar, uno de los participantes de la prueba.

A eso de las 7pm llegábamos a Gor y nos llevamos la sorpresa del día. Según estamos llegando a la plaza del pueblo, empezamos a escuchar música a tope (si no me falla la memoria, sonaba The best, de la gran Tina Turner), y, al girar, una curva, nos encontramos una pancarta gigante de “Gor with Badlands” y a unas diez personas del pueblo aplaudiéndonos y animándonos. El día, que, como he dicho, había sido regular, acababa de mejorar exponencialmente. Menudo subidón. También estaba Yuliana y otro participante. En ese momento, el otro participante no era más que un personaje que llevaba seis tercios de cerveza (Alhambra verde, para más detalles) y que estaba a punto de pedir vasos de chupito donde poner el ron de la petaca que llevaba enganchada en la horquilla de la bici. No sabíamos que se convertiría en el cuarto y último miembro de nuestro equipo.

Después de un par de cervezas y algo de cenar, mucha música buena y unas risas con los goreños, nos acercamos al súper del pueblo a comprar algo más de comida. Ahí coincidimos con el alcalde del pueblo, que, además de una buena charla, nos consiguió habitación en una casa rural que estaba en el mismo pueblo. Nos acabábamos de ahorrar 10km. El alcalde nos contaba cómo habían decidido volcarse con la Badlands, montando la música en la plaza y habilitando una zona para dormir y duchas para los participantes. Creo que esto no solo es positivo para los que hacíamos la prueba, sino también para los pueblos por los que pasábamos. Mucho tendrían que aprender de él otros alcaldes.
Le decimos a Yuliana que le hemos conseguido un sitio donde dormir y ducharse y nos fuimos a dormir los tres, que al día siguiente sí que madrugábamos. Además, teníamos que descansar, que ya nos habían avisado de que el día empezaba fuerte.

Día tres: Gor – Lucainena de las Torres. 185km. 3.199 metros.

A las 8am estamos dando pedales otra vez. La subida empieza pronto y se iba a alargar 15km. Pronto nos separamos; primero dejo yo a Javi y Yuliana para seguir mi ritmo y, poco después, Javi se descuelga de Yuliana. Esta es una de las subidas más bonitas que hacemos. Larga, pero tendida, sin mucho repecho matador. Al rato de ir solo, adelanto al de las cervezas. “Everything ok?” “Uh, didn’t sleep well (normal, con todo lo que bebiste, pienso). Another rider came in late and woke me several times.” Jajaja, no fue por el alcohol, sino por el otro ciclista. Como descubriríamos en los próximos días, Sonny, que así se llamaba, era todo un personaje.

Sigo subiendo hasta que llego al final de la subida y ahí paro a esperar a Javi. Sonny pasa, se para un rato y sigue subiendo. Al rato, llega Javi y retomamos la marcha. El trayecto transcurre por unos caminos bastante cómodos de rodar. Es un trozo entretenido y con un paisaje casi lunar muy chulo. La verdad es que es increíble la cantidad de paisajes distintos que nos vamos encontrando en tan pocos kilómetros. Acabamos llegando a la carretera que sube a Calar Alto. Ya queda poco para que se termine el esfuerzo y comience la bajada más larga de toda la prueba (o, al menos, la más rápida, ya que transcurre por carretera). Después de la bajada, llegamos junto con Sonny a Gérgal, donde paramos en el primer bar que encontramos abierto a reponer fuerzas. Nos dicen que han hecho kilos de pasta para los ciclistas (no lo dice, pero claramente, en su cabeza a la palabra “ciclista” le ha seguido “locos”). Mientras esperamos que llegue la comida nos coge Yuliana, que se para también a comer.

Con el optimismo que da el tener la barriga llena, nos planteamos que podríamos ser capaces de llegar hasta el hotel de la madre de Blanca, la mujer de Óscar, otro amigo del colegio, así que decidimos llamar a Óscar para preguntarle si hay habitación. Después de un par de llamadas, tenemos tres habitaciones (Sonny planteó la posibilidad de que fueran dos, pero Yuliana lo cortó de raíz). Ya tenemos un plan, así que retomamos el camino. Próxima parada, Tabernas.

Después de bastantes kilómetros alternando caminos y carreteras, llegamos a Tabernas, donde asaltamos el primer súper que encontramos y, mientras reponemos fuerzas, sentados a la puerta, empezamos a debatir qué hacer. El plan originario que teníamos Javi y yo era parar aquí a dormir, pero todavía es relativamente pronto y nos quedan fuerzas. Sonny, revisando el track, nos dice que parece que, después de una subida más o menos sencilla, de unos 15km, hay un par de pueblos en los que podríamos dormir. Aquí ya nos hemos dado cuenta de que no hay manera de llegar al hotel de la madre de Blanca, así que, sintiéndolo mucho, cancelamos la reserva. Reservamos habitación en otro hotel en un pueblo al que, calculamos, podríamos llegar sin problema. ¡Ja!

Con la barriga llena, empezamos a pedalear, tras unos kilómetros de caminos llanos, empieza la subida. El inicio es duro, no por la pendiente, sino porque es arena suelta y la bici se queda clavada. Al rato, me descuelgo del grupo y empiezo a ir a mi ritmo. La subida es muy bonita, y las vistas, espectaculares. Pero, poco a poco, va anocheciendo, y la subida no se acaba. De repente, ya no se ve nada. Toca encender la luz y ver cómo se me da eso de montar en bici de noche. Por suerte, el camino es ancho, el firme es bueno y, al ir subiendo, la velocidad, baja, con lo que no tengo sensación de peligro en ningún momento.
Acabo haciendo cumbre a eso de las 10:30pm.

Hace un frío considerable y yo estoy empapado del esfuerzo, así que lo primero que hago es quitarme toda la ropa mojada y ponerme ropa seca. Me pongo todo lo que tengo, incluido el plumas, que hace mucho frío. A la media hora, llega Sonny y, a los 40 minutos, Javi y Yuliana. Javi llega maldiciendo, está muy enfadado con Sonny y su “una subidita sencilla y estamos arriba”. Unos minutos después de su llegada, reemprendemos el camino. Por suerte, a partir de aquí es todo bajada y, casi todo, asfaltado. Lo malo: todavía nos quedan 40km para llegar al hotel que tenemos reservado.

Tras 25km llegamos a Lucainena de las Torres. Ahí Javi dice que él no sigue pedaleando y que, si hace falta, duerme en la calle. Son casi las 12 y hace bastante frío. Se nos cruza una chica paseando a un perro y Javi le pregunta si conoce algún sitio donde podamos dormir. Nos indica que hay uno en el pueblo un poco más adelante, y vamos para allí. Tenemos esperanzas de dormir y cenar caliente.
Nuestras esperanzas se desvanecen cuando llegamos al Hotel Montesión y nos dicen por el telefonillo que están llenos. “¿Pero nos podéis dar algo de comer, al menos?” Después de unos segundos de dudas, nos dicen que sí. Mientras esperamos en la calle a que nos abran, aparece la chica del perro y nos pregunta si hemos conseguido habitación, le decimos que no y nos contesta que esperemos un segundo. Saca el móvil, y llama por teléfono: “Oye, hay aquí unos chicos que quieren dormir… sí, de los de las bicis… ¿Cuántos sois?… Dicen que cuatro… vale, ahora se lo digo.” Dirigiéndose a nosotros: “he hablado con la encargada, viene para aquí, que dice que tiene camas para vosotros.” En ese momento creo que éramos las personas más felices del mundo. Habíamos tenido la suerte de preguntarle a la chica que se encargaba de la limpieza del hotel y ésta nos había conseguido habitación.

Los dos cocineros del hotel -que eran los que nos habían atendido- nos habían preparado una cena espectacular: ensalada, huevos rotos, cervezas… Más gente buena, que son capaces de retrasar la vuelta a casa tras un día duro de trabajo para dar de cenar a cuatro chalados. Mientras estamos cenando llega la encargada, Mailín, que nos dice que tiene una suite y dos habitaciones de empleados en las que podemos dormir. Le dejamos la suite a Yuliana, Javi y yo compartimos una de las habitaciones y Sonny se queda con la otra.

Mailín resulta ser bastante maja (aunque un poco chalada) y Sonny, que no pierde oportunidad, le dice que se siente con nosotros a tomarse un vino. La sobremesa, aunque estamos agotados, se alarga un poco más de lo esperado. Tras una ducha reparadora, nos vamos a dormir a eso de las 2:30am.

Día cuatro: Lucainena de las Torres – Enix. 149km. 2.068 metros.

Al haber trasnochado, este día volvemos a no madrugar demasiado y estamos rodando a eso de las 10am. En principio, contábamos con ir Javi y yo solos con Yuliana porque Sonny había dicho que trataría de madrugar algo más, pero finalmente salimos los cuatro juntos. El inicio de la ruta discurre por un carril bici sencillo y llano que va paralelo a la carretera. Nuestro primer objetivo lo fijamos en el hotel en el que habíamos reservado y al que no llegamos. Claramente, era demasiado ambicioso. Ahí, hacemos una parada técnica para re-desayunar y seguimos pedaleando. Siguiente objetivo: llegar a la costa y comer en un chiringuito.

Esta parte del viaje, entre el re-desayuno y la comida es, creo, la que más dura se me hizo a nivel mental. No porque fuera especialmente complicado el terreno (que no lo era) ni porque el paisaje fuera feo (que tampoco lo era). La verdad es que no sé el motivo, pero fue el único momento en que se me hizo un poco duro mentalmente. Un punto bueno de esta parte es que pasamos por delante del hotel de la madre de Blanca. Foto obligada, por supuesto, y comentarios de “menudos optimistas que somos, creyendo que podríamos haber sido capaces de llegar hasta aquí el día anterior.”

En esta parte, tengo oportunidad de charlar con Sonny un poco y conocerlo más. No es solo el chalado que se mete 6 cervezas en medio de una prueba como esta y que está todo el rato pensando en mujeres. Es bastante majo y muy agradecido: me da las gracias a mí y a Javi por haberle “acogido” y que, si no fuera por nosotros, se habría retirado ya. No me esperaba algo así, la verdad. Da gusto.

Llegamos a la Isleta del Moro y pudimos sentarnos en un chiringuito a comer y beber en condiciones. Un par de horas después, arrancamos de nuevo con el objetivo de llegar a Almería y ahí, ya decidir. Justo a la salida de San José empiezan los problemas de Javi con el freno trasero. Esta primera vez, por suerte, Sonny puede arreglarlo y dejarlo en perfecto orden de marcha.

Pasada la playa de los Genoveses, empieza una de las subidas más bonitas que recuerdo. Es dura, pero las vistas al mar y las playas de la zona merecen cada una de las pedaladas que tenemos que dar. Javi llega poco tiempo después que yo y tenemos oportunidad de pasar un buen rato tranquilamente charlando y mirando el paisaje. Tras la bajada, parada técnica en un ultramarinos de uno de los pueblos por los que pasamos para comer y debate sobre si paramos en Almería o seguimos. Yuliana está fastidiada de ánimos (entre otros motivos, me imagino porque había perdido su móvil y estaba incomunicada del mundo exterior) y se empieza a plantear que Almería sea el punto final de su aventura.

Por su parte, Sonny es partidario de dormir en Almería y no alargar demasiado el día (mi sensación es que tiene cargo de conciencia por la paliza que nos dimos el día anterior siguiendo su propuesta de alargar más allá de Tabernas). Javi es el que defiende seguir porque dice que empezamos a ir un poco justos para cumplir con la hora límite de llegada. Yo vuelvo a estar bien de ánimos, así que me parece perfecto seguir. Finalmente, decidimos que, si conseguimos alojamiento en Enix, seguimos; si no, dormimos en Almería. Así que empezamos a mirar en booking y a llamar a casas rurales. Poco éxito; todo está lleno. Sin perder la esperanza, retomamos la marcha.

Poco antes de llegar a Almería, Javi consigue alojamiento en Enix, así que la suerte está echada, pasamos Almería, una subidita del estilo de la del día anterior, y nos plantamos en Enix. Vamos ya mentalizados a llegar tarde a dormir y a tener que hacer una subida de unos 15km. Nada puede salir mal. Pobres infelices.

A pocos kilómetros de Almería, se nos acerca un chico con una bici de montaña. “¿Sois de la Badlands?”, nos dice. Resulta que nos estaba siguiendo por el track y había salido de su casa a saludar. Nos pregunta que a dónde vamos, le decimos que nuestro plan es llegar a Enix y decide acompañarnos un rato. Este es el tipo de cosas que te alegran.

Atravesamos Almería y empiezan otra vez los caminos. Ya es de noche, así que ponemos las luces y seguimos. La salida no es la parte más bonita del trayecto. Enseguida empezamos a subir. Mi idea es seguir haciendo lo que he hecho siempre en las subidas: tirar por mi cuenta y vernos arriba. Pero, al ver el percal, cambio de opinión: esta subida no es un camino bien pisado y ancho, es un camino de piedras, no muy ancho y con precipicio a un lado. Como vaya solo y me pase algo, no me encuentran. Así que decido esperar al resto del grupo. Lo que hacemos es iniciar la marcha juntos, Sonny y yo vamos un poco más rápidos y Javi y Yuliana un poco más lentos, así que cada 500 metros paramos y nos reagrupamos.

Cuando estamos juntos todos otra vez, vuelta a empezar. Así, seguimos los 15km de la subida, que nos llevan casi 3 horas y media. A tomar por saco nuestras previsiones. Una vez más. Además, tengo al de la casa rural pendiente y escribiéndome cada rato. Le habíamos dicho que calculara que llegaríamos a las 10-11pm. Al final, coronamos a eso de las 12 y todavía nos queda más de media hora de bajadas hasta Enix. Por suerte, aunque las fuerzas y los ánimos van justos, la bajada es por una carretera en buen estado.

Llegamos a Enix poco antes de la 1am. Aunque nos toca esperar un poco a los de la casa rural, merece la pena: la casa está genial y nos han preparado una cena muy rica. Y nos traen agua y cerveza para un regimiento. Sonny se ofrece a dormir en el sofá-cama del salón (aunque amenaza con dormir en pelotas… le quitamos la idea rápido), Yuliana a una de las habitaciones y Javi y yo, a la otra.

Día cinco (y seis): Enix – Capileira. 180km. 4.932 metros

Como de costumbre, nos levantamos con calma, sabiendo que nos espera un día duro. Sonny, en cambio, decide que va a intentar llegar hoy a la meta, así que desayuna rápido, se toma una cerveza y sale pitando. Javi, Yuliana y yo cerramos la casa, buscamos una cafetería y nos tomamos nuestro desayuno reglamentario.

Con la barriga llega, y sin mucha prisa, empezamos la jornada. Habiendo revisado lo que nos tocaba, sabíamos que, aunque el día empezaba fácil, con una bajada de unos 7km, luego nos enfrentaríamos a una subida de 20km, pasando por Félix.
En la subida a Félix ya nos separamos de Yuliana, que, con el desarrollo que llevaba, no podía enfrentarse cómoda a los rampones. La subida, por carretera, se hace dura por lo larga que es y, me imagino, por todo lo que llevamos acumulado.

Una vez finaliza la subida, viene uno de los tramos del que mejor recuerdo tengo. Se trata de unos caminos de tierra por los que se puede rodar fácil y con un buen paisaje, pero lo que más recuerdo es que fueron bastantes kilómetros en los que fuimos Javi y yo solos y que, sin recordar perfectamente de qué hablamos, sí que guardo muy buenas sensaciones de nuestra conversación. No podría decir nada concreto sobre esta parte, me vienen imágenes y fragmentos deslavazados de conversación a la cabeza, pero, cuando pienso en este tramo, siento mucha paz.

Nuestro siguiente objetivo es conseguir un sitio para comer algo sólido. El siguiente pueblo en la ruta es Instinción. Parece que el bar del pueblo no abre los jueves, así que tendremos que ver si conseguimos llegar a tiempo al supermercado. Por desgracia, no lo conseguimos, así que no podemos comer. Con la incertidumbre de no ser capaces de conseguir comida, los ánimos están regular. Aquí, buscando un sitio donde nos den algo de comer, nos encontramos con otro de los participantes: un británico de mediana edad que, en ese momento, estaba hablando por teléfono con su hija. Por lo que oímos y entendemos, ella estaba bastante preocupada por su padre. Es curioso cómo siempre tenemos a una mujer que se preocupa por las locuras que se nos ocurren: nuestras madres, primero; luego nuestras mujeres y, finalmente, por lo que veo, nuestras hijas… Después de hablar un par de minutos con él, decidimos seguir la marcha.

Lo siguiente que viene es una buena subida, así que, muy justos de fuerzas y con algo de hambre, vamos avanzando poco a poco. Tras unos 10km llegamos a un cruce (la Barriada de Alcora). El track nos lleva a la izquierda, pero hay algunas casas a la derecha, así que Javi propone salirnos de la ruta a ver si conseguimos algo de comer, aunque sea preguntando casa por casa.

Por suerte, no es necesario, pocos metros más para adelante encontramos un bar con un chico súper simpático que nos da todo lo que necesitamos para reponer fuerzas. Por la aplicación, vemos que Yuliana no está lejos (¡qué dura es!), así que le mandamos un mensaje diciéndole dónde estamos. Al rato, aparece el británico, que se sienta también a comer, y poco después, Yuliana. Comemos, bebemos, un poco de crema para el sol y vuelta a empezar.

Tras un rato, nos separamos de Yuliana y seguimos, una vez más, Javi y yo por nuestra cuenta. Pasamos un par de pueblos sin parar. En uno de esos pueblos están dos chicas que están haciendo la prueba en parejas y a las que íbamos viendo en la aplicación cada vez más cerca, pero no llegábamos a cogerlas. ¡Por fin!

Después de unos 15km, llegamos a Láujar de Andarax y decidimos que nos hemos ganado un helado, así que paramos a por la merienda. Mientras estamos con el helado, llega Yuliana y ya decidimos seguir todos juntos. Lo siguiente que viene son unos 25km de, básicamente, bajada por caminos y carreteras. Así que nos dedicamos a disfrutar y recuperar fuerzas. Poco después nos daríamos cuenta de que las íbamos a necesitar.

Atravesamos sin parar varios pueblos hasta que llegamos a Darrícal. Aquí es donde todo vuelve a ser Badlands puro y duro. Atravesamos un riachuelo y empezamos otra vez con caminos. Son, más o menos, las 8pm y nos separan unos 15km de Murtas, que es el pueblo en el que tenemos previsto hacer noche. No parece difícil. Y una mierda.

Esta es una de las subidas duras que nos tenían preparadas, y no éramos conscientes. Mucho desnivel, a ratos, terreno técnico y ya se nos había hecho de noche. El cóctel perfecto. Aquí volvemos a coincidir con las dos chicas y avanzamos con ellas. Es difícil seguir el camino y nos toca deshacer lo andado más de una vez. Resumiendo, llegamos a Murtas pasadas las 12am.

Por supuesto, al llegar al pueblo, no sabemos dónde ir y todo parece cerrado. Por suerte, hay un grupo de chicos haciendo botellón y nos dan el teléfono de Eduardo, el encargado del albergue, al que llamamos sin dudarlo. Muy majo, nos dice que, aunque ya estaba en su casa, se acerca al albergue a darnos de cenar y dejarnos camas para dormir.

Cuando llegamos al albergue, decididos a cenar y dormir, Javi nos plantea que cree que, si dormimos, no nos dará tiempo de llegar dentro del plazo. Después de un rato de debate y dudas, nos convence y decidimos tirar. Ducha, comida caliente y vuelta a la bici. Son casi las 2am.
Siguiente parada, Cádiar, que está a otros 15km de distancia. El inicio es fácil y nos da ánimos, pero pronto nos metemos por unos caminos del infierno y, además, el freno de Javi vuelve a dar problemas. Tenemos que parar un par de veces a separar los pistones porque va totalmente frenado. No quiero ni imaginarme lo que le costó esta parte, que ya era dura de por sí, con el añadido del freno. Hacer los 15km hasta Cádiar nos lleva unas 3 horas…

En Cádiar tenemos que hacer una parada porque Javi se estaba quedando dormido dando pedales. Nos tiramos en una cancha de baloncesto y ponemos el despertador 15 minutos más tarde.
El siguiente objetivo es Trévelez. Los ánimos están bastante bajos. La bici de Javi sigue dando problemas y, en una de las paradas para intentar arreglarlo, Yuliana dice que ella no puede más y que le cambia la bici a Javi para que él pueda seguir y ella ya verá. Javi le dice que ni de broma, que hay que seguir. En ese punto, nos volvemos a separar de Yuliana porque, aunque acepta seguir, decide ir a su ritmo.

Después de unas 21 horas desde que empezamos a pedalear, nos enfrentamos a un tramo de carretera infernal: medio kilómetro a más del 19%. Por supuesto, lo hacemos los dos andando. Pasado ese tramo, la cosa mejora, pero no mucho. Sigue siendo una buena subida. Llega un momento en que decidimos quitar las pastillas del freno trasero de la bici de Javi: mejor no poder frenar, que ir frenado. Sobre todo, si no hacemos más que subir. Este tramo hasta que llegamos a Trévelez, no solo vamos agotados físicamente, sino que, además, vamos muy agobiados pensando que no llegamos dentro del corte a Capileira.

Pero, cuando conseguimos llegar a Trévelez, sabiendo que solo nos que solo nos quedan 20km, todo cambia: ¡la vamos a conseguir!

Paramos a tomarnos un buen desayuno y miramos qué ha pasado con Yuliana. No solo no se había retirado, sino que le sacábamos muy pocos kilómetros, así que la esperamos.
No recuerdo bien en qué punto, nos encontramos también con Sonny. Nos da mucha alegría a todos ver que lo vamos a conseguir. Los siguientes kilómetros vuelven a ser por caminos, subida al principio, y llaneando más adelante. Es el momento de disfrutar. Como los últimos dos/tres kilómetros son de bajada, decidimos parar para volver a poner las pastillas del freno trasero de Javi.

Tras la parada, una de las partes más emocionantes: bajada preciosa por caminos viendo al fondo Capileira. En ese momento, se me pasan muchas cosas por la cabeza: el brazo roto, el día que me dijeron que tenía un melanoma, Javi diciendo que se apuntaba, las muchas horas de entrenamientos, la ilusión del proceso de fabricación de la bici, el trayecto de Málaga a Granada, la noche antes de empezar organizándolo todo con Javi, la salida…
Y, por fin, la meta.

Meta

La llegada es, como no podía ser de otro modo, muy emotiva. Ahí está la organización y los participantes que habían llegado antes que nosotros ese día (y algunos del día anterior) aplaudiendo y dándonos la enhorabuena. Al final, nos han “sobrado” unas tres horas. Desde que salimos de Granada el domingo a las 8am han pasado 125 horas y 6 minutos. Por ponerlo en contexto, el primero en terminar necesitó 38 horas y 20 minutos. Todavía tenemos algo de margen de mejora…

Mientras estamos hablando con David, el organizador, que nos ha hecho entrega de la medalla de Finisher, aparece Sonny, que había llegado un rato antes que nosotros, y me da uno de los abrazos más emotivos que me han dado en mucho tiempo. Después del abrazo, se gira para decirle a David que este era uno de los dos de los que le había hablado gracias a los cuales había conseguido terminar la prueba. Lo dicho, una persona muy agradecida. Nunca habría dicho, cunado lo vi por primera vez, que le iba a coger tanto cariño.

También están por ahí la pareja de chilenos que habíamos conocido el primer día. Se acerca el chico, con una sonrisa de oreja a oreja, y me dice: “¡cómo me alegro de que verlos aquí! Paulina y yo estábamos convencidos de que, si alguien no iba a llegar eran ustedes. Pero lo han logrado.” La verdad es que no lo culpo por pensarlo, el primer día yo tampoco hubiera dado un duro por nosotros. Pero da gusto ver a alguien que apenas nos conoce alegrarse de una forma tan sincera por otra persona.

Mientras Javi, Yuliana y yo comemos algo en la terraza del bar que está junto a la meta, me llegan los mensajes de mis padres y de María, mi mujer, dándome la enhorabuena. Los tres habían estado siguiéndonos con el dot watcher. Con María, además, hablo por teléfono. Está muy contenta por mí por haber terminado la prueba, y más contenta aún porque no me haya matado intentándolo. Me dice que tanto su padre como Pedro, el amigo ciclista de su padre, nos han estado siguiendo toda la prueba. Hace mucha ilusión ver cómo nos han ido siguiendo, sufriendo por nosotros, y, de alguna manera, acompañándonos durante todo el trayecto.

Todavía llega algún participante más. Pocos, eso sí. Creo que, sino el último, el penúltimo en llegar es el británico de la hija preocupada. ¡Lo ha conseguido! Por poco, ya que llega 20 minutos antes de la hora límite, pero dentro del tiempo reglamentario. El pobre rompe a llorar como un bebé al cruzar la meta y todos los que estamos ahí nos ponemos a aplaudir. Otro momento que se me quedará grabado para siempre.

Vuelta a casa

Aunque existe la posibilidad de llegar a Granada en bici, no estamos para muchas alegrías, así que optamos por la opción del autobús. El trayecto se hace algo largo, son muchas curvas y ya tenemos ganas de llegar a casa. De camino, nos llegan mensajes de Sonny preguntándonos dónde viven los padres de Javi. Cuando llegamos, ahí está: nos ha traído camisetas de Northwave, la empresa en la que trabaja, a Javi, Yuliana y a mí como muestra de agradecimiento. Nos volvemos a abrazar y se marcha. También nos despedimos de Yuliana con un buen abrazo.

Después de una buena ducha, cenamos en compañía de los padres de Javi, que quieren saberlo todo sobre nuestra experiencia y nos vamos a dormir. Estando ya en la cama, Javi, que se había pasado renegando de la prueba todo el rato (“estafa piramidal” lo llamaba), me dice: “tal vez, dentro de muchos años, estaría bien preparar un poco más la prueba y tratar de llegar a Gor con tiempo para poder pasarlo el segundo día porque, la verdad, solo es cuestión de hacer 50km más el primer día y está hecho…” Esto es Badlands, una prueba que te lleva al límite, te hace maldecir el día en que decidiste apuntarte, pero que te atrapa y te hace querer volver.

El sábado me levanto pronto, desayuno, agradezco la hospitalidad a los padres de Javi, me despido de Javi, y cojo carretera para Madrid, que quiero llegar pronto para aprovechar el fin de semana con María y los niños.

Durante el trayecto de vuelta tengo tiempo para recordar todo lo que ha pasado los últimos días. Cómo he disfrutado y sufrido. Los paisajes bonitos y variados que hemos visto. Las conversaciones con Javi. Las personas que he conocido; no solo Yuliana y Sonny, también los Juanes, Mailín, Eduardo… No han sido ni seis días de aventura, pero ha sido tan intenso que parecen muchos más.

Últimas reflexiones

Han pasado seis meses desde que Javi y yo tomamos la salida en Granada y no hay una semana en la que no haya pensado en esa semana de septiembre en la que, contra todo pronóstico, conseguimos terminar como pareja Badlands 2023.

Ha sido una de las experiencias más intensas y especiales que he tenido en mi vida. Si no hubiera sido por la Badlands, creo que el año 2023 habría estado en el top 3 de años malos, pero esta prueba lo cambió totalmente. Porque, aunque sea una prueba ciclista, la bici es lo de menos, es una mera excusa. Al menos, habiéndola hecho como la hicimos nosotros. Para mí, la Badlands ha sido un viaje en el que, sobre todo, he podido disfrutar de las personas con las que lo he compartido. Principalmente, he disfrutado de la compañía de Javi que, no sin ciertas dudas, se lanzó a hacer una prueba para la que, sobre el papel, no estaba preparado, pero que con mucho esfuerzo y sufrimiento consiguió terminar. Gracias a su punto de locura, he podido disfrutar mucho más de lo que habría disfrutado y conocer gente que no habría conocido.

No sé si alguna vez volveré a participar en alguna edición de la Badlands, pero lo que tengo claro es que sí que haré más viajes en bici. Y que los haré en compañía.

Three Peaks Bike Race 2024: Viena – Niza

Alejandro Aznar corrió la Three Peaks Bike Race 2024, una prueba de más de 2300 km entre Viena y Niza con 3 puntos de control en los Alpes. Describe en detalle cada etapa del recorrido, las dificultades que enfrentó, los paisajes y momentos memorables, hasta que finalmente logra completar la carrera.

Tras iniciarme hace un par de años en las ultras ciclistas a través de las brevets, Transpyrenees 22 y Basajaun 23, este año llegaba el momento de dar el salto al siguiente nivel, salir a Europa y embarcarme en una aventura de más de 2000 km. La Three Peaks Bike Race no es una desconocida en el mundo del ultraciclismo, lleva varias ediciones con multitud de participantes y un recorrido más o menos fijo (siempre Viena-Niza o Viena-Barcelona) incluyendo tres puntos de control en tres cordilleras distintas, más parcours (tramos fijos) iniciales y finales. El resto de la ruta es libre y la distancia final suele rondar los 2300 km.

La elección de esta ruta en 2024 viene por varios motivos. Por fechas (julio suele ser un periodo de clima estable en los Alpes, mucho más que junio o agosto), por logística (actualmente resido en Ginebra que está a mitad de camino entre el inicio, Viena, y el final, Niza) y por recorrido planteado. Los CP de 2024 consistían en un parcour inicial de 130 km para salir de Viena hacia el suroeste, el CP1, formado por el Monte Grappa y el Passo Manghen (Alpes del Véneto); el CP2, Grimselpass (Alpes centrales); el CP3, un recorrido por los Vosgos incluyendo el Grand Ballon y la Planche des Belles Filles y un parcour final de 400 km y casi 10k m de desnivel empezando en lo alto de Alpe d’Huez y encadenando Lautaret, Izoard, Vars, la Bonette, Colmiane, Turini, Castillon y Eze, hasta llegar a la playa de Niza. Algunos trozos ya los conocía de haberlos subido o explorado la región (Vosgos, AdH y Lautaret, Grimselpass y en general gran parte de la zona suiza) y otros eran totalmente nuevos, así que la combinación de tramos conocidos y totalmente nuevos me parecía muy atractiva.

Tras una larga preparación, un invierno duro, mucho frío y muchas salidas nocturnas, llegamos por fin al mes de julio. Dos días de viaje en tren me llevan a Viena, con la bici cargada hasta arriba

Día 1

La salida se da en Viena el 6 de julio, a media mañana. Soy el único español y con 25 años, también uno de los más jóvenes. Salimos por turnos, somos más de 200 en total. Hace muchísimo calor y el parcour inicial es bastante más duro de lo que parecía, con sucesivas subidas cortas hasta llegar a Mariazell, a través de un paisaje de bosques y suaves colinas con prados, típicamente prealpino.
Desde el primer momento me doy cuenta de que voy demasiado rápido, me cuesta encontrar agua y no puedo comer apenas. La idea es llegar al CP1 en dos días, una distancia de unos 600km, con mucho desnivel al inicio y largos llanos una vez llegados a Italia. Pero el estómago cerrado y la falta de comida van a dificultar la tarea, para cuando cae la noche del primer día, llevo 200km sin apenas haber comido, y al pararme a forzarme a cenar algo, me caigo medio desmayado al suelo, una pájara de manual. Encontrándome fatal, me obligo a comer y beber, paso casi dos horas en el McDonald’s viendo la vida pasar, hablando con los participantes que van parando y esperando a encontrarme mejor. Según cae la noche y baja la temperatura, ya a eso de las once, me siento recuperado y decido seguir avanzando, pues la temperatura es perfecta. En la oscuridad, continúo varias horas más sintiéndome del todo recuperado.
Paro sobre las tres de la mañana para echarme a dormir un rato en una granja junto a la carretera, donde he visto que se había parado otro participante, y en ese momento sale la dueña de la granja a decirnos que si queremos dormir dentro, que si queremos mantas o algo. Mirándonos extrañados por la situación, ambos decidimos quedarnos fuera, hace muy buena noche.
A las dos horas me doy cuenta de que he cometido el error de echarme a dormir junto al gallinero, y a las cinco el ruido de los animales ya es insoportable. Dispuesto a arrancar de nuevo, se produce el segundo momento surrealista en menos de doce horas, vuelve a aparecer la dueña (5 de la mañana!) a invitarnos a desayunar, oferta que esta vez, no rechazamos.

Día 2

Amanece con lluvia ligera, sigo avanzando, a veces solo, a veces en grupo a través de Austria hacia la frontera. Apenas se ven participantes, desde Mariazell la ruta es libre y la gente ha elegido otros caminos. Yo me dirijo hacia una zona que se va haciendo más urbana por momentos, atravesando Klagenfurt y Villach. El terreno es más sencillo ahora, una vez fuera de los valles más cerrados, llueve a ratos y acaba saliendo el sol a mediodía, según llego a la frontera con Italia, en Tarvisio.
La parte difícil del primer tramo está hecha, queda una bajada interminable hacia la llanura del Po, a través del valle del Fella, que al ser domingo está lleno de ciclistas y excursionistas varios. Un carril bici muy cómodo desciende hasta la llanura, donde me espera un paisaje muy mediterráneo, de campos y huertas, carreteras estrechas entre ellos y cauces secos.
La tarde alterna sol con nubes que descargan diluvios de apenas minutos, suficientes para inundar la carretera. Sobre las seis de la tarde ya tengo decidido que voy a buscar un hotel y dormir bien, tras llevar apenas dos horas de sueño la noche anterior, y con la idea de descansar antes del CP1. Reservo sobre la marcha y me alojo en Montebelluna.

En los dos primeros días he cumplido el objetivo, y me siento recuperado de la pájara del primer día, sin llegar a creérmelo.

La ruta del día con más fotos aquí: https://www.strava.com/activities/11832535449

Día 3

Salgo del hotel antes de que amanezca. Los dueños, una pareja mayor me han tratado maravillosamente y han montado el desayuno solo para mí, a las cinco de la mañana. El día va a ser largo, el CP1 consta de tres subidas, dos de ellas bastante duras, para acumular 5000 m de subida en apenas 150 km. Comienzo el Monte Grappa, una mítica cima que fue símbolo de la resistencia ante los austríacos en la Primera Guerra Mundial y en la que se encuentra el famoso memorial militar donde descansan miles de soldados sin identificar. Llegar arriba van a ser casi 20 km al 8%. El inicio se hace eterno, revueltas en lo más profundo del bosque, sin vistas ni sol. Pero el panorama mejora muchísimo al salir de este, la parte final es espectacular, entre prados y con vistas a toda la llanura del Po.
Me encuentro con más participantes y acabamos llegando en grupo a la cima. Sin parar mucho, continúo bajando por el lado norte para llegar a Borgo Valsugana, donde llego ya por la tarde. Aquí comienza el Passo Manghen, otro puerto mítico del ciclismo, donde Merckx comenzó su caída dejando ir a Gimondi en 1976. Son otros 20 km al 7.5% con la particularidad que los últimos kilómetros son constantes al 9%. El avance cargado con las bolsas es de nuevo lentísimo, la subida es espectacular, por un valle ya cerrado desde el inicio que lleva a un circo en apariencia totalmente cerrado, por cuyas paredes se encarama la carretera estrecha hasta llegar arriba. Van a ser casi 3h de subida, pero vale la pena, es probablemente la subida más dura de la carrera por porcentajes. El descenso hacia el sur también tiene unas vistas impresionantes, y la soledad en toda la subida y bajada es sobrecogedora, es lunes y no hay coches, ni turistas y apenas me encuentro a otro participante arriba.

El CP1 está terminado. Grimselpass, el CP2, es un puerto de montaña que marca la frontera entre los cantones de Valais y Berna, en pleno centro de Suiza. Para llegar a él, existen dos alternativa: volver a bajar al sur y atravesar toda la llanura italiana hacia el lago Maggiore, para entrar por Ticino y pasar a Valais subiendo el Passo della Novenna, o ir por Suiza, atravesándola de este a oeste, con varias subidas largas. Me decido sin duda por la segunda opción, viendo que el tiempo va a ser estable. Italia implica 100 km extra y apenas 1000m de desnivel menos, un recorrido llano que detesto y mucho, mucho tráfico. La zona de Suiza no la conozco entera, pero incluye el Parque Nacional Suizo y el valle de Engadina, muy atractivos para mí. Por eso, continuo hacia el norte por el valle del Adige, para atravesar Bolzano y girar hacia Merano y la frontera suiza.

Aún sin saber dónde dormir, por ser una zona bastante industrial y urbanizada, me encuentro con otro participante alemán. Cenamos juntos y me comenta que tiene una habitación algo más arriba del valle. No necesito que me convenza, el día ha sido bastante duro y el siguiente también iba a serlo, así que recorremos juntos los últimos kilómetros y llegamos, ya a medianoche al hotel.

La ruta del día aquí: https://www.strava.com/activities/11841156267

Dia 4

El objetivo de hoy es acercarme lo máximo posible a Grimselpass, el CP2. Para ello, necesito entrar en Suiza por Glurns, subir Offenpass a través de Val Müstair, subir Albula, hacer su interminable bajada hacia Chur y subir Oberalpass por una carretera eterna de casi 40 km subiendo, para bajar después a Andermatt, en zona que ya conozco, y tener a tiro de piedra el Furkapass y Grimselpass. Un recorrido por el poco conocido y salvaje cantón de Graubünden (Grisones), con diferencia uno de los más rurales y humildes de Suiza, pero también el que encierra, para mí, lo mejor de los Alpes, lejos de la sobre urbanización de Zermatt o Chamonix. La idea era pues, llegar a Andermatt a dormir, subiendo los tres puertos mencionados, todos ellos por encima de los 2000m.

De nuevo el día arranca temprano, salgo solo y avanzo hacia la frontera suiza. Las primeras horas son lentísimas, por un carril bici junto al río, con mucho sueño y cansancio acumulado. No es hasta que desayuno por segunda vez y entro en Suiza que me empiezo a notar mejor. El tramo de Suiza transcurre por el Parque Nacional Suizo, el único del país y se nota, por una vez no se ven casas y granjas por todas partes, ni la sensación de país sobre-urbanizado que tengo a veces en él.

Offenpass es eterno, pero sin demasiadas pendientes y con viento a favor, y su descenso hacia Val Mustair, impresionante, una carretera entre picos y valles, sin rastros de civilización. Después viene Albulapass, una subida “corta” pero exigente desde su cara este, pasando por el memorial de Gino Mäder. La zona superior de Albula es preciosa, un tramo llano en un valle estrecho, entre lagos.
Su descenso es efectivamente, interminable, casi 60 km de descenso en muchos tramos espectacular, entre cortados y pueblos de cuento. Y por fin, a media tarde llego a las afueras de Chur, donde empieza el Oberalpass. Ya había hecho esta carretera, pero en sentido contrario, y subirlo ahora hacia el este se hace eterno, van a ser casi 40km al 3-4%.

Por suerte, me encuentro a un par de participantes y subimos juntos mientras cae la noche. Llego arriba solo, mis dos compañeros se han quedado a dormir antes. Es medianoche, estoy a 2000m y la temperatura ha caído en picado por debajo de los 10 grados.

Me apresuro a descender a Andermatt donde me echaré varias horas bajo las escaleras de un polideportivo. El frio esta noche es brutal, y duermo poco y mal.

La ruta del día aquí: https://www.strava.com/activities/11849820505

Día 5

Si el frio ya era terrible al acostarme, al amanecer es atroz, pero está saliendo el sol y la motivación de superar el CP2 me impulsa a levantarme y seguir, casi sin desayunar.

Furkapass a estas horas (siete de la mañana) es maravilloso, sin coches y con el sol a la espalda, con unas vistas preciosas del valle de Realp. Se hace largo, pero corono y ya veo Grimsel desde arriba, en la que es probablemente una de las perspectivas más famosas de Suiza, las interminables eses de la carretera de Furka con las de Grimsel al fondo. Desciendo, desayuno y empiezo Grimsel, que desde aquí es una subida corta y por suerte, aún sin tráfico. Al coronar, de nuevo la panorámica del valle es de película.

He llegado al CP2 relativamente temprano, así que me propongo llegar al CP3 ese mismo día. Queda cruzar Suiza hacia el norte, rodeando Lucerna para llegar a Basilea y Mulhouse, y dormir allí.
El resto del día no es demasiado destacable, un terreno muy incómodo de colinas, sin apenas bosques y bajo un sol abrasador, con viento en contra hasta llegar a Basilea.

Al ser Suiza un país tan montañoso, la población se acumula en esta zona al norte de los Alpes y se nota, casas y pueblos por todas partes, granjas por doquier y bastante tráfico. Llego al anochecer a Basilea, para cruzar a Francia y buscar un hotel alrededor de los Vosgos, lo más cerca de Mulhouse posible, para empezar al día siguiente con el CP3 directamente. Tras un día largo y muy cansado por el viento, el hotel se me antoja necesario.

La ruta del día aquí: https://www.strava.com/activities/11857132738

Día 6

Sexto día. Me cuesta creer que haya llegado hasta aquí, que esté en el CP3, con mucho cansancio y sueño acumulado, pero sin dolores y recuperado del primer día. Tampoco he forzado demasiado hasta ahora. Me levanto rezando para que salga un buen día y por suerte es así, es uno de esos días raros en los que hace sol en los Vosgos, o al menos, no llueve. Los Vosgos siempre parecen tener un microclima propio que los hace extremadamente inestables y húmedos, muy similar a la Selva Negra, a escasos kilómetros al este, al otro lado del Rín.

El CP3 comienza en lo alto del Grand Ballon, que tiene múltiples subidas, de las cuales ya conozco varias. Elijo una nueva, desde el este, por una carretera muy apartada algo más larga, pero sin demasiada pendiente. Arriba me encuentro de nuevo con varios participantes con los que intercambiar opiniones, en las caras ya se nota el cansancio, pero el final se ve cerca, hemos superado la mitad de la carrera y solo queda bajar al sur.

El CP3 tras el Grand Ballon incluye un par de subidas más típicamente de los Vosgos, carreteras estrechas, un bosque húmedo muy tupido combinado con prados, con río y lagunas por todas partes. La subida final es La Super Planche des Belles Filles, tramo de grava incluido. Es duro, pero podemos dejar las bolsas abajo al ser una subida sin salida, y la sensación de ligereza momentánea compensa los porcentajes del 9-10% del tramo final. Una vez superado, ya a media tarde, paro a comer y evaluar mis opciones.
Desde los Vosgos hay que llegar al parcour final, que comienza en Alpe d’Huez. Las alternativas incluyen volver por Suiza, atravesando el Jura y Ginebra, o rodear por Francia, siguiendo el río Doubs y luego desviarme hacia Grenoble. Elijo la segunda opción.

El Jura lo conozco, es una zona con mucha subida, con un clima relativamente frio e inestable y pasar por Ginebra sería mucha tentación de quedarme en casa. La alternativa también la conozco, de una brevet que hicimos entre Friburgo y el Mt Ventoux, es un recorrido llano al inicio siguiendo el río Doubs y algo más roto después, pero definitivamente más rápido que Suiza. El objetivo es llegar a Grenoble al día siguiente. Manos a la obra pues, el avance es rápido al inicio siguiendo el río con viento a favor, para llegar a Besançon a cenar.

Y al poco de continuar, se empieza a torcer la cosa, el viento cambia, la noche cae y empiezo a ver rayos en todas las direcciones, pero especialmente al sur, donde me dirijo. El radar da mucha, mucha lluvia durante la noche por la zona por la que voy a pasar. Inicialmente había decidido no dormir para llegar con tiempo de descansar en hotel antes del parcour final, pero entro en pánico viendo la lluvia que viene.

Busco hoteles, entro a preguntar a alguno 24h, pero sin suerte, y ya es pasada medianoche. En otra situación surrealista, los vecinos de Lons-le-Saunier ven a altas horas de la madrugada a un ciclista dando vueltas por su plaza buscando donde dormir o caerse muerto. Con hambre, poca comida encima y las nubes amenazando, acabo parando poco después, sobre las tres en una parada de autobús, que incluye una máquina expendedora de pizzas (asquerosa, confirmo) confiando en que la lluvia pase durante la noche y el día amanezca despejado.

Día 7

Me despierto a las cinco con un diluvio universal acompañado de tormenta. Vuelvo a dormir.
Para las siete, ha dejado de llover y el radar aparece limpio, así que recojo mis bártulos y salgo. La zona al sur de Lons-le-Saunier es la Francia Vacía, voy a pasarlo muy mal esa mañana para encontrar dónde desayunar, apenas se ven pueblos y lo que se ve, está vacío y cerrado. Al ser este tramo de ruta también libre, y con la carrera tan avanzada, no me encuentro a nadie, la sensación de soledad es absoluta, en mitad de Francia.

No es hasta mediodía que encuentro una población grande para comer y comprar comida para la tarde. El viento sopla en contra, según cae la tarde se va nublando y la motivación cae en picado. Renuncio a cumplir el objetivo de llegar a Grenoble porque el día está siendo penoso, avanzo muy lento por un terreno bastante pesado, lleno de cruces, sube y bajas y tráfico y para cuando dan las siete de la tarde, subiendo un puerto sin nombre que da acceso al valle de Grenoble desde el norte, cae otro diluvio y esta vez es definitivo. Empapado y helado, me quedo en el primer hotel a pesar de quedar luz y día por delante. Solo es un chaparrón temporal, pero la motivación esta tarde está bajo mínimos. Me quedo a 30 km de Grenoble y bastante lejos del parcour final…tocará remontar al día siguiente. El día es tan penoso que apenas tengo media docena de fotos de hoy.

La ruta de ambos días juntos: https://www.strava.com/activities/11871291656

Día 8

Ya no hay vuelta atrás. Sin creérmelo, estoy a 500 km del final, dos días según tengo planeado, extremadamente duros, pero dos días. Todos los temores que podía tener a problemas físicos, inclemencias del tiempo, falta de motivación, etc han desaparecido, se acaba el llano, se acaban las nubes y la lluvia y solo queda subir, subir mucho y llegar a Niza.

Al haber llegado al hotel temprano la noche anterior, aprovecho para salir antes de las cinco. Hay bastantes kilómetros hasta el inicio de Alpe d’Huez y la carretera suele tener tráfico, asi que intento evitarlo. Tras pasar unas primeras horas malas, con mucho sueño, sale el sol y llego a Bourg d’Oisans a las nueve.

Tercer desayuno del día y a subir, AdH se hace ameno, con muchos cicloturistas subiendo a la vez, arriba hay que continuar hacia La Sarenne y bajar por el otro lado. Encadeno con Lautaret y a la hora de comer estoy arriba de éste.

El sol brilla y el día es espectacular, con algo de viento a favor soplando desde el norte. Bajo a la preciosa localidad de Briançon para atacar Izoard, que se hace eterno, interminable y muy solitario a primera hora de la tarde. Su cara norte no destaca demasiado por los paisajes hasta que llegas arriba, pero una vez ahí, es alucinante, un paisaje lunar, de formaciones rocosas impensables, sin apenas vegetación.

Llego arriba con mucho dolor de piernas, por primera vez en la prueba, y a paso de tortuga. Pero la bajada es larga y permite recuperar, de nuevo con unos paisajes difíciles de asimilar al bajar deprisa.
Para cuando llego abajo, a Guillestre, ya esta cayendo la noche. Tengo claro que es noche de hotel, son dos días de 5000 m de desnivel y no quiero dolores de rodilla antes de acabar. Encuentro un hotel a mitad del Col de Vars y allí me quedo.

La ruta del día aquí: https://www.strava.com/activities/11880570773

Día 9

Y hoy es el día. Me levanto pensando que pase lo que pase, sea la hora que sea, hoy, domingo 14 de julio, llego a Niza. Salgo del hotel con frio, a coronar el Col de Vars.

Aunque está saliendo el sol, el frio en la bajada es brutal, y tengo que pararme en una panadería recién abierta a calentarme y desayunar por segunda vez. Toca subir La Bonette, mentalmente, el último gran reto, el último gran puerto por encima de 2000 m, y bastante por encima, porque es tras el Veleta, la carretera asfaltada más alta de Europa, a 2802 m.

Son 23 km al 7% que se hacen muy largos, pero muy, muy bonitos, primero subiendo entre prados, para luego adentrarse en un desfiladero y continuar subiendo hasta un circo glaciar espectacular, que remonta hasta llegar al paso con el primer cartel donde se lee “Niza”. Se siente la cima del mundo. En la subida he ido encontrando participantes con quien hablar, y sin darme cuenta, hemos llegado arriba.

La bajada es de nuevo interminable, 60 km donde el paisaje cambia, los Alpes pasan a ser menos Alpes, los paisajes alpinos rocosos dan paso a bosque mediterráneo, a desfiladeros y muchos carteles que ya señalan a Niza.

Es mediodía y quedan dos puertos relativamente largos, Colmiane y Turini, ambos similares, ambos de 15 km al 7%, ambos esfuerzos de 2 horas. Hace mucho calor subiendo Colmiane, un puerto bonito, con una carretera que asciende entre varios pueblos con estética típicamente provenzal, con sus bosques de pinos y un ambiente festivo de domingo.

Turini es aún más espectacular, lugar mítico de rallies, subir por sus horquillas y sus carreteras colgando en los desfiladeros se siente especial. La bajada es aún más bonita, por un valle solitario. Desde La Bonette no he vuelto a encontrarme con nadie. Termino la bajada de Turini casi a las ocho. Solo quedan 50 km.

Castillon es un puerto corto y rápido, y por primera vez, desde arriba, veo el mar. Una bajada rápida y sinuosa me lleva a la playa de Menton, atestada de coches. Solo queda subir La Turbie y el Col d’Eze, rodeando Mónaco por arriba. El sol se pone tras la costa llena de rascacielos y urbanizaciones de lujo y en poco rato, estoy en Eze.

Una última bajada hacia el puerto de Niza y por fin, a eso de las diez de la noche, en un paseo marítimo a reventar de gente (fiesta nacional francesa) y engalanado de amarillo para la llegada del Tour la semana siguiente, termino la Three Peaks Bike Race en algo más de ocho días, con un total de 2320 km y casi 35000 m de desnivel.

La ruta del día: https://www.strava.com/activities/11889695245

Las sensaciones son solo de incredulidad e irrealidad, la alegría llegará después. Es difícil asimilar todo, no solo el reto cumplido, también los paisajes, la gente que he ido conociendo, las experiencias…ha pasado todo tan rápido que es difícil asimilarlo, procesarlo y entenderlo. Volver al mundo real es complicado, salir de la burbuja en la que la vida se limitaba a alimentarme, dormir y pedalear y nada más. Poner esto por escrito ayuda a revivirlo todo, aunque sienta que es imposible transmitirlo. Es una de esas cosas que hay que vivir, y que solo aquellos que la viven pueden realmente entenderlo.
El año que viene, más!

Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme!

Gran Guanche 2022

Patxi Plazaola debutó en las pruebas de ultradistancia corriendo la Gran Guanche 2022, que consiste en atravesar las Islas Canarias a través de cinco islas. A pesar de ser su primera ultra, termina la carrera satisfecho y honrado de haber llegado detrás del ganador, Ulrich Barthölmes, considerado uno de los mejores ciclistas de ultradistancia.

Enero 2022

Feliz, inmensamente contento, satisfecho.Read More

Permitir notificaciones OK No thanks