Patxi Plazaola debutó en las pruebas de ultradistancia corriendo la Gran Guanche 2022, que consiste en atravesar las Islas Canarias a través de cinco islas. A pesar de ser su primera ultra, termina la carrera satisfecho y honrado de haber llegado detrás del ganador, Ulrich Barthölmes, considerado uno de los mejores ciclistas de ultradistancia.
Enero 2022
Feliz, inmensamente contento, satisfecho. Podría poner un montón de adjetivos similares para describir lo que siento después de terminar mi primera carrera de ultraciclismo. Ha sido una experiencia genial. No me puedo quejar de nada; la prueba ha sido preciosa, un ambiente maravilloso, muy buen tiempo… y estoy muy contento con el resultado.
La Gran Guanche ha sido mi primera prueba de ultradistancia. Los más puristas igual no la consideren como una prueba de ultradistancia como tal, ya que es algo diferente a todas las demás. La prueba consiste en atravesar las Islas Canarias, a través de cinco islas, por lo cual, entre ellas hay que coger ferrys. Esto es lo que diferencia la prueba del resto de pruebas de ultradistancia, ya que a pesar de ser un formato non-stop, el tener que coger ferrys condiciona la prueba. En los ferrys hay tiempo de comer y descansar, y los horarios de estos permiten andar tranquilo en algunas islas y tener que ir rápido en otras, ya que el coger un ferry al que otros competidores no lleguen, supone el obtener una renta sobre ellos.
La carrera comenzó en el norte de Lanzarote, el 23 de enero de 2022, a las 05:00 de la mañana, en un precioso pueblito costero llamado Órzola, en una pequeña ermita a las afueras del pueblo más concretamente. Allí nos congregamos 48 participantes de 14 países diferentes dispuestos a afrontar el desafío. Había gente de todo tipo; algunos, conocedores de sus límites, con la intención de intentar realizar la prueba en menos de 3 días, otros, entre los que me encontraba, con la intención de intentar bajar de las 41 horas que el organizador estimaba que podía ser el ritmo más rápido e intentar llegar en primer lugar… Dependiendo de ello, era diferente el material que cada uno de nosotros llevaba, a pesar de que todos nosotros, acorde a nuestros cálculos, llevábamos el material mínimo necesario para poder solventar todas las trabas y problemas que pudiésemos tener durante la aventura.
LANZAROTE
Con nuestras luces encendidas, salimos con ganas, a buen ritmo, ya que para muchos el primer objetivo era llegar a coger el ferry de las 09:30 que iba a Fuerteventura. Durante los primeros kilómetros tuvimos algunas subidas, y en las bajadas, personalmente, bajé con mucho cuidado. He andado muy poco de noche y con luces, y además, al inicio de la primera bajada se me cruzó un conejo en la carretera, lo que me provocó actuar con mayor precaución todavía. El poder ver el amanecer a las 07:30 en el parque natural de Timanfaya fue una sensación increíble, realmente precioso. El parque de Timanfaya es un entorno volcánico negro y pedregoso, el cual puede sonaros debido a que hace años hubo un polémico proyecto del escultor donostiarra Eduardo Chillida en este parque natural que finalmente no se materializó. Íbamos bastante bien de tiempo para coger el ferry, pero a falta de unos 30 kilómetros para llegar al puerto, nos encontramos con un tramo de obras en la carretera, y los trabajadores que se encontraban allí nos dijeron que la carretera permanecería cerrada al menos durante dos horas.
Debido a ello, tuvimos que retroceder por el mismo camino por el que llegamos hasta allí, y encontrar un camino alternativo mediante el GPS para poder enlazar de nuevo con el recorrido en otro punto habiendo ya evitado el tramo de obras. Al retroceder nos íbamos encontrando con otros participantes, por lo que fuimos formando un grupo bastante numeroso, los cuales llegamos todos juntos al puerto de Playa Blanca con alrededor de una media hora de margen para poder coger el ferry de las 09:30, margen que casi todos aprovechamos para comer algo. Acumulamos 110 kilómetros y 1610 metros de desnivel positivo en la travesía de Lanzarote, para lo cual necesitamos un tiempo de 3 horas y 45 minutos.
FUERTEVENTURA
Después de 45 minutos de viaje, llegamos a Fuerteventura, al puerto de Corralejo. Calculábamos que podríamos andar bastante tranquilos en esta isla debido a que era completamente imposible coger el ferry previo al de las 16:30, y al contrario, aun andando tranquilos, era bastante fácil coger este ferry. En este segundo tramo, tras recorrer algunos kilómetros, quedamos un grupo de 6 corredores en cabeza, aunque en algunas subidas el suizo Mathias Jäger iba haciendo la goma. En Lanzarote también anduvimos de manera parecida. En esta isla el paisaje predominante era un paisaje seco y árido, desértico, un paisaje que daba pie a sacar fotos preciosas; con predominio de colores, amarillos, naranjas y marrones, con dunas de arena en algunos tramos… realmente bonito. De todos modos, debido al tipo de paisaje y las largas rectas que nos encontrábamos, fue la isla con el recorrido más monótono en mi opinión.
Por mucho que anduviésemos tranquilos, llegamos con más de una hora de margen al puerto, tiempo que aprovechamos para llenar bien el estómago en un restaurante que se encontraba en el mismo puerto. Es probable que los camareros se acuerden todavía de nosotros, ya que alucinaban con la cantidad de comida y bebida que les pedíamos, preguntándonos constantemente si habían entendido bien la comanda. Superamos 135 kilómetros y 2120 metros de desnivel positivo en la travesía de la isla de Fuerteventura, necesitando 4 horas y 45 minutos para ello.
GRAN CANARIA
Tras intentar sin éxito dormir algo durante el viaje de dos horas en ferry, llegamos a la isla de Gran Canaria, al puerto de Las Palmas, ya de noche. En esta isla nos esperaba el recorrido más duro, un continuo sube-baja repleto de subidas muy empinadas. Nada más salir del ferry y cruzar algunas calles, la carretera empezó a picar para arriba. Tras recorrer algunos kilómetros, sabiendo que la localidad de Telde sería la última por la que pasaríamos, acordamos parar a comprar algo de comida y bebida en algún lugar. Paramos en una gasolinera que se encontraba al final del pueblo, y tras comer un sándwich, y algunos frutos secos, galletas, chocolatinas y guarrerías por el estilo, coger algo para el camino, y llenar los bidones de agua, retomamos la marcha. Circulábamos el mismo grupo de 6 corredores que rodamos juntos en Fuerteventura. El ritmo no era muy duro, pero las rampas sí. Yo, considerando que el cambiar el desarrollo de mi bicicleta solamente para dos días era un gasto demasiado grande para ese tiempo, llevaba un plato pequeño de 39 dientes y un piñón grande de 28, y en estas rampas tan duras noté bastante la falta de cadencia. De todos modos, sabía a lo que me exponía debido a mi decisión, y lo tenía asumido, era el peaje a pagar. Cuesta arriba, ascendiendo a Cruz de Tejada, el grupo se redujo a 4 unidades. Además de Mathias, Nils Correvon también se descolgó con él, iba con mal cuerpo al parecer. La cima del puerto se encontraba a 1800 metros de altitud, y siendo de noche, la temperatura era baja; el ambiente era realmente frío. Guantes, braga para el cuello, chaqueta, impermeable y perneras; vestí todo lo que tenía. Tras bastantes kilómetros de bajada parecía que ya estaba todo hecho, pero todavía nos encontramos con bastantes tramos de subida antes de llegar al puerto de Agaete. Se hizo largo. Cerca del final tuvimos un pequeño susto. Justinas Leveika se cayó en una curva muy cerrada. Por suerte fue una pequeña caída sin consecuencias y no se hizo daño. El tramo de bajada restante lo realizamos siendo aún más cautos. Hacia las 00:45 llegamos a las inmediaciones del puerto. En el ferry hablamos de tumbarnos y dormir en alguna esquina entorno a la playa, pero Joe había conseguido reservar dos habitaciones de hotel por teléfono, lo que nos permitió el lujo de darnos una ducha rápida y dormir unas pocas horas en una cama antes de coger el ferry que partía a la isla de Tenerife a las 06:00 de la mañana. Recorrimos 115 kilómetros y superamos 3000 metros de desnivel por las carreteras de Gran Canaria durante la fría noche.
TENERIFE
Tras ingerir un copioso desayuno en el ferry, llegamos al mismo tiempo que el amanecer a la isla de Tenerife, al puerto de Santa Cruz. Nos esperaba un buen reto en esta isla, ya que en él comenzaba el juego por la victoria. Teníamos un recorrido duro, y según el organizador y algunos participantes canarios, era muy difícil llegar a coger el ferry de las 14:30, casi imposible según ellos teniendo en cuenta el cansancio acumulado que llevábamos. De todos modos, a mí me parecía difícil, pero no imposible, por lo que le aposté un par de cervezas al organizador a que algún participante sí que llegaría. El coger o no ese ferry significaba continuar en la lucha por la victoria o quedar fuera de la pelea ya que el próximo ferry era una hora y media más tarde y se le metería este tiempo a los que no lo cogiesen.
Con este factor de por medio, emprendimos la marcha a buen ritmo, conscientes de que no tendríamos tiempo de relajarnos demasiado. Mathias y Nils consideraron que el ritmo podía ser demasiado alto para ellos y, bastante al inicio, se descolgaron adoptando un ritmo que consideraban que podía ser más adecuado para ellos. Tras subir y bajar el primer puerto atravesamos la ciudad de San Cristóbal de la Laguna y empezamos a ascender hacia el volcán del Teide. Acordamos pararnos rápidamente a coger agua cuando viésemos una gasolinera, tienda o fuente, pero el problema fue que ya era demasiado tarde debido a que ya no pasamos ningún lugar que diese pie a ello; ni tiendas, ni bares, ni fuentes o gasolineras. Al poco de empezar la ascensión al Teide Joe quedó rezagado, el ritmo era demasiado alto para él al parecer. De este modo, Ulrich, Justinas y yo tiramos para adelante, a buen ritmo, siendo Ulrich el que marcaba el ritmo durante la mayor parte del tiempo. Mirando la hora del día y conociendo la distancia que nos quedaba hasta el puerto, calculábamos que sí que llegaríamos al ferry. De todos modos, el Teide se me hizo interminable. La ascensión consta de 54 kilómetros, pero a falta de casi 30 ya te encuentras arriba, con la sensación de que ya está todo hecho, pero una vez en este punto todavía hay que realizar todos esos kilómetros de continuo sube y baja antes de empezar la bajada, lo que provoca la sensación de que el puerto es interminable. Además, al menos en mi caso, llevaba mucho tiempo sin agua, y lo empezaba a notar, no tenía fuerzas de sobra. Finalmente, llegamos con una hora de margen al puerto los tres. Nos dio tiempo para sentarnos en un restaurante italiano, y tras estresar un poco a la camarera, comer algo antes de subir al ferry. De todos modos, Nils, Joe y Mathias también llegaron a tiempo para coger el ferry. Recorrimos 142 kilómetros y ascendimos 3485 metros de desnivel en 6 horas para atravesar la isla de Tenerife y coger el ferry hacia La Gomera en el puerto de Los Cristianos.
LA GOMERA
Antes de llegar a La Gomera, el organizador, que venía con nosotros en el ferry, nos propuso salir todos juntos del ferry, sacar unas fotos y emprender el recorrido por la isla todos al mismo tiempo, para, de este modo, evitar prisas y riesgos al bajar del ferry. Al mismo tiempo, nos dijo que los últimos 25 kilómetros serían neutralizados, que los puestos para la clasificación los marcaría el paso por el último alto. Los últimos kilómetros eran en bajada, por carreteras muy expuestas al viento, y lo haríamos de noche, por lo que neutralizando este tramo se pretendía evitar que alguien asumiese riesgos excesivos y así, evitar la probabilidad de sufrir algún incidente indeseado. Por todo ello, el juego por la victoria se jugaría como si se tratase de una carrera de 100 kilómetros partiendo de cero, olvidándonos de todo lo previamente pasado.
Con estas reglas, tras sacar algunas fotos y atravesar las calles de San Sebastián de La Gomera, empezamos a ascender el primer puerto. En el mismísimo primer metro Ulrich pegó un ataque brutal, abriendo un gran hueco en muy poco tiempo. Tenía claro que el más fuerte era él, pero no pensaba vender la victoria tan barata, por lo que salí a por él sin pensar en nada más, a vida o muerte. Prefería desfallecer intentando lograr la victoria y perder algunos puestos que quedar segundo sin intentar lograr la victoria. Ascendía a ritmo fuerte y constante, sin mirar atrás, y aunque alguien intentó salir a rueda, no aguantó durante mucho tiempo, y empecé a recortarle tiempo poco a poco a Ulrich. Lo alcancé a falta de un par de kilómetros para coronar, y sin bajar el ritmo ni un segundo, cruzamos un par de palabras y me volvió a abrir un pequeño hueco, pero lo volví a alcanzar. Iba terriblemente motivado, disfrutando, gozando incluso del hecho de que el recorrido que atravesaba la isla era muy duro, en una especie de sadismo, disfrutando del hecho de que tenía que sufrir.
Tras un descenso de algunos kilómetros, pasamos por el pueblo de Hermigua y empezamos a ascender de nuevo. Íbamos a fuego, como si la carrera terminase en un par de kilómetros, a pesar de que nos quedaba un recorrido muy duro por recorrer todavía. Rodábamos metiéndonos rueda constantemente, abriendo algún pequeño hueco en algún momento quizás, pero juntos. Algunos kilómetros después de pasar por Agulo, en unas rampas muy duras, empecé a perder algunos metros. De todos modos seguí empujando fuerte, tratando de mantenerme cerca, haciendo presión, tratando de mostrar que podía reengancharme en cualquier momento y sin dejarle tomarse un respiro y poder bajar el ritmo. Seguimos ascendiendo cuesta arriba de esta manera durante algunos kilómetros. Ulrich iba abriendo hueco, pero todavía no iba excesivamente lejos, a un par de minutos como mucho.
Al entrar en la última parte del puerto, en un bosque cerrado, empecé a perder la referencia visual, y además, se me estaba haciendo cada vez más duro el mover mi desarrollo de 39×28 en aquellas duras rampas. Con el cansancio acumulado que llevaba, si hubiese tenido 3 piñones más grandes, los hubiese metido todos. El coronar por fin aquel puerto me dio aire. Tras un tramo de sube y baja y una bajada posterior, llegué al oeste de la isla, al pueblo de Arure, donde tomé dirección Este encarando la última subida. Era una subida tendida pero larga, totalmente expuesta, sin ningún árbol o protección de ningún tipo. No veía a Ulrich ni a lo lejos, por lo que asumí que era totalmente imposible alcanzarle. De todos modos, continué avanzando a buen ritmo, con buenas sensaciones. El viento soplaba algo a favor, empujándonos hacia la meta. Coroné justo al mismo tiempo que se hizo de noche. Feliz, encendí las luces, vestí los guantes y realicé el último descenso cantando.
Terminé la prueba muy contento, habiendo disfrutado un montón y realmente satisfecho con lo realizado. Ulrich Bartholmes es uno de los mejores ciclistas de ultradistancia, sino el mejor, y terminar por detrás de él es casi como ganar para mí, todo un honor. Fue una prueba preciosa. Recorrer 5 islas viendo diferentes paisajes en cada uno de ellos fue increíble, totalmente recomendable. Además, tuvimos un ambiente fantástico entre los corredores, y al juntarnos en los ferrys, el ambiente en ellos era genial. Este tipo de carreras es muy diferente ya que la mayor lucha lo suele tener uno consigo mismo. Además, hay que saber gestionar la noche, el cansancio, la falta de comida, bebida y sueño… hay muchos factores que entran en juego. Ha sido mi primera carrera de ultradistancia y todavía tengo mucho por aprender en muchos aspectos; cómo afrontar la noche, el frío, la gestión de la comida…pero estoy seguro de que la Gran Guanche no será mi última carrera de este tipo.
Finalmente, no querría terminar sin agradecer los ánimos y el apoyo de todos los que habéis seguido la carrera, se agradecen realmente los ánimos y el interés, de verdad, y tampoco me querría olvidar de toda la maravillosa gente que he ido conociendo durante la aventura.
¡¡¡GRACIAS A TODOS!!!
Fotos: Matteo Minelli, Sergio Villalba, Michal Makyo, Mathias Jäger
Enhorabuena por la experiencia y ese segundo puesto.
La Gran Guanche es una carrera que me llama mucho. Me parece que el tema de los ferries y tener que cuadrar las horas la hace muy especial.