Adrián Merino nos relata su experiencia personal durante la Transpyrinees 2024. A lo largo de seis días, el autor describe los desafíos y anécdotas vividas en cada etapa, con un interesante resumen de aprendizajes que puede servir a quien se enfrenta por primera vez a algo así.
Junio-Julio 2024
DIA 1
Este primer día ya podría dar para escribir un libro de anécdotas, sufrimientos y disfrutes pero tengo que desayunar y continuar con el segundo día. La salida desde Pasaia la verdad que es muy bonito, sobre todo el enclave portuario-pescador desde donde se arranca. Primer puerto, Jaizkibel, donde la primera impresión es de “algunos dónde van a ese ritmo”.
Mi estrategia es rodar y rodar sin sobrepasar el ritmo de comfort. Tras pasar la zona costera, quizás la peor de todo el recorrido, por ser domingo y haber mucho tráfico, compuesto por incensantes vehículos franceses que raro es que dejen más de un metro de distancia al adelantar. A partir de Arthaburu, comenzó a llover incesantemente en toda la zona de puertos. En las bajadas yo creo que habré gastado como la mitad de las pastillas de freno, ha debido de haber varias caídas que han desembocado en varios abandonos (bajar en grupo estos puertos puede ser un gran error).
Mi táctica para los puntos más duros de los puertos ha sido apearme de la bici, calzarme mis chanclas marca Oofos (especiales para descarga de músculos) y subir caminando, gran acierto para soltar piernas y espalda. En concreto, en Arthaburu ví algunos retorciéndose sobre la bici a 7-8 km/h mientras yo subía tranquilamente, empujando la bici, a 5-6 km/h. Día interminable de pedaleo llegando a un hotel que no era el que yo había reservado (sí que lo había mirado, pero reservé en otro. Las amplias zonas sin cobertura móvil no ayudaron a que esto saliera bien).
Una vez en el hotel, cuando me piden el DNI, me dicen que la reserva no está a mi nombre, revisan mi booking y me dicen que mi hotel está a unos 15 km. Pues bien, a la 01:30 rodando de vuelta y acabando con un puerto que no estaba en el track, de 3 km, para llegar al alojamiento. Gran trato del regente, el cual me da fruta y media tarta quiché que sabe a gloria. Posteriormente, calefacción a tope en el baño y lavado íntegro y secado de toda la ropa. Voy a desayunar, que hoy tocan Marie Blanque, Aubisque, Tourmalet y Spandelles. Por cierto, carreteras ESPECTACULARES.
Día 2
Tras un gran desayuno en el hotel, arranca dirección Marie Blanque, pues ahí empezó a torcerse la cosa, al tomar el cruce en la bajada del hotel, me fui hacia la derecha (donde me marcaba el Garmin) a pesar de tener la casi certeza absoluta de que era hacia la izquierda. Entre que me di cuenta y volví, pues unos 30km de más. Ya por fin llego al Marie Blanque, el cual no se me hizo tan duro como esperaba, por compartir sufrimiento con dos ingleses. Bajada espectacular del puerto y unos kms después Col del Aubisque, uno de mis puertos top de la ruta. Subida remontando el valle con unas vistas tornándose ESPECTACULARES.
Tras coronar una de las bajadas más disfrutonas de estos días. Siguiente puerto, tras muchas horas ya en la bici (aquí sumas muchísimo desnivel pero pocos kms), Col de Spandelles (uno de los cocos de la ruta), ya lloviendo xirimiri (es increíble como cambia el tiempo en la montaña). Tras un larguísimo ascenso, toca bajar en mojado, menos mal que era sencillo y apenas había curvas complicadas. Llegada a Argeles-Gazost donde está vez me comenzó a salir todo bien, hotel reservado, limpieza de la bici en una gasolinera, pizza deliciosa para cenar y al hotel. En este día salieron pocos kms por haber empezado tarde y acabar pronto, pero no quedaban ganas de ir a por el Tourmalet. Para el día siguiente, mi táctica de sueño y descanso iba a cambiar.
Día 3
A partir del tercer día cambié mi estrategia, sustituí el alargar las rutas hasta bien entrada la noche por empezar a rodar de madrugada y acabar por la tarde para poder cenar con tranquilidad y dormirme a las 22:00 (gran acierto este cambio). El día 3 empecé con la subida al mítico Tourmalet (subiendo con sol y con chaqueta de invierno). Espectaculares vistas aunque el puerto es bonito, sobre todo, en sus últimos 4-5 km, el resto tiene un montón de rectas con buena pendiente que resultan tediosas, especialmente a la salida de Bareges.
Una vez coronada la cima más alta de Transpyrinees, descenso con un intenso frío sobre todo desde La Mongie, donde entrabas en una espesa bruma. Poco después de llegar al valle, tocaba el ascenso al Col d’Aspin, donde ya empezaba a apretar el calor (adelanté a Santy Mozos, quien lo estaba pasando fatal el pobre hombre por problemas intestinales causados por beber agua que cogió del monte, que a la postre le hizo retirarse). Bajada de la espectacular seguido de una sucesión de puertos que hacen que se te olvide lo que es rodar en terreno plano (Lançon, Le Rouisseau y Vql Louron uno detrás de otro).
Las lumbares y las pastillas de freno se resentían cada vez más, lo que me hizo parar en un complejo deportivo de Loudenville para que me dieran un masaje que me dejó como nuevo y que me hizo subir Peyragudes como si fuese el primer puerto de la ruta. Tras una bajada divertida pero peligrosa, por la llovizna incesante, en el velle encontré un restaurante donde me zampé una hamburguesa deliciosa. Para acabar el día, subida de noche del Col du Portillon, viendo infinidad de corzos y tras bajar sufriendo por falta de concentración (casi me voy recto en dos curvas, la mente se nota cansada en las últimas bajadas del día), llegada al hotel, esta vez en terreno ilicitano, Bossos, donde disfruté de un reparador descanso.
Día 4
Día que arrancaba desde territorio ilicitano, donde tuve una muy buena noche de descanso y un buen desayuno Iara arrancar el día camino a Francia de nuevo. Antes de ello, tocaba aprovisionarse en una gasolinera de Repsol (frutos secos, panteras rosas,…) ya que en las gasolineras de Francia la comida brilla por su ausencia. Muchos ascensos hasta llegar al pueblo de Tarascon, donde de nuevo tocaba cenar una deliciosa pizza (la mitad de calorías que habré ingerido en la ruta provendrá seguramente de las pizzas😃).
El coco del día fue el Col d’Aspet (puerto corto pero durante 4km tiene pendientes entre el 9,5-10,5% sin descansos). Este puerto los más veteranos, lo conoceréis porque fue donde se dejó la vida el campeón olímpico Fabio Casartelli (corría el año 1995 y el casco no era obligatorio), contra un muro de piedra según bajaba el terreno que me tocó subir a mí. A excepción de este, día de puertos largos pero tendidos, con una rapidísima bajada algo peligrosa (por la gravilla que había) tras coronar el Col de Lers, a 1517 m de altura.
Este último puerto, compartí subida con Vicente Mendia, el cual iba en compañía de una chica y un chico que solían coronar algo más tarde los puertos (digamos que era mi gemelo de ritmo en los ascensos). En la bajada se me escapó (baja muy bien) pero luego le alcancé agarrado a los acoples y le ofrecí rueda para llegar a toda velocidad al pueblo de Tarascon, donde había reservado hotel. Una vez allí, colada de ropa en la ducha, calefacción a tope en el baño (aquello parecía una auténtica sauna) y para cuando me levanté, a las 03:00 a.m., tenía toda la colada limpia y seca.
Día 5
Amanecí temprano a las 02:15 (teniendo la alarma a las 03:00, el cuerpo pedía fiesta). En resumen, todo recogido y empecé a rodar en Tarascon a las 03:00 con una buenísima temperatura, únicamente con un chaleco que ya me sobraba al inicio del Pas de Soulombrie.
Una de las cosas que me han encantado de esta aventura ha sido el subir puertos por la noche, sin tráfico y viendo una barbaridad de animales, en concreto en esta subida vería bien cerca 5 o 6 zorros, corzos, conejos, incluso un murciélago que no sé si me quiso saludar, comer o qué, pero el caso es que se me chocó de frente contra el casco.
Buena idea la de llevar el frontal en el casco y así poder enfocar hacia los márgenes de la carretera para divisar la gran cantidad de fauna que me observaba, divisándose primero el clásico brillo de los ojos al reflejar la luz. Ya bajando el Segundo puerto del día, el Col de Luzenac, comenzó a despuntar el alba, llegando a Ax-les-Thermes, pueblo donde había que iniciar la subida y bajada del puerto invitado de este año, concretamente Ax-3-Domaines.
Previamente a la subida, como había que subir y bajar por el mismo sitio, solté la bolsa del sillín y la escondí en unos arbustos, para recuperarla en la bajada. El puerto invitado de este año me decepcionó bastante ya que ni la subida fue bonita ni lo eran las vistas desde arriba, a pesar de coincidir con la salida del sol, decepción de puerto.
Tras recuperar la bolsa, tomar un café y una deliciosa napolitana, tocaba el ascenso al Col de Chioula, donde fui en compañía de un finlandés con una S-Works que le sonaba por todos lados.
Posteriormente, el sueño iba en aumento (no había dormido más de 3 horas esa noche), tras tener un par de sustos bajando el Col de Chioula, al acabar el descenso, me dí de bruces con unas mesas de madera, la cual me sirvió como cama improvisada, no sin antes hinchar la almohada de viaje que llevaba. Tras un reparador sueño de calculo una hora, arranqué hacia el Col de Pradel, en donde encontré una fresquisima fuente pública donde además de llenar bidones, metí las piernas y me dejaron como nuevo…
Tras coronar Pradel, subida a Col de Paiheres, uno de los puertos más duros y largos de la ruta, donde apretando como apretaba el calor, decidí bañarme en el río (otro acierto más). La bajada de este puerto fue un monumento, un parque de atracciones del ciclismo, parecía un scalextric, poca pendiente y carretera que se enroscaba en múltiples curvas. Posteriormente, tuve suerte de llegar a un pueblo, llamado Quérigut, donde había un súpermercado (lo de súper le viene que ni pintado), donde me apreté un bocata con los ingredientes que llevaba pensando horas antes (aguacate, jamón york y atún). Allí había un montón de participantes comiendo como si no hubiese un mañana. Llegada a Els Angels a una hora decente para dormir tras zamparme una deliciosa pizza calzone mientras veía el aplastamiento del día de Pogacar en el Galibier.
Día 6 (meta)
De nuevo inicié el día en la carretera a las 3 de la madrugada con una temperatura ideal para subir el Col de la Llose (unas horas antes, otros participantes se cocieron de calor por la tarde). En este ascenso, de nuevo, innumerables animales vistos en la carretera y a sus bordes, incluídas varias familias de corzos observando mi paso, como si de espectadores del tour fuesen (solo les faltaban las pancartas).
Tras el ascenso y la foto de rigor, llegó la bajada más larga de toda la ruta, calculo que estuve más de una hora bajando, requiriéndose la atención de todos los sentidos, tanto por el continuo cruzar de animales por la calzada, así como, ya en la segunda parte de la bajada, con no tener despistes en las curvas (solo se veían bloques de piedras al borde, seguido de la más negra oscuridad, sin observarse nada con el frontal, signo de que lo que seguía a la carretera, era algún tipo de barranco vaya usted a saber de cuánta altura).
Esa zona me parece que tenía que ser preciosa pero, al menos yo, no lo pude comprobar. Por cierto, ese día, la gran mayoría de los participantes que iban por delante de mi, estaban durmiendo en Prades, lo comprobé durante la madrugada. Ahí fue el punto en el que sustituí mi intención de ser únicamente finisher de Transpyrinees, por una completa competitividad y ya me propuse adelantar a todos los que pudiese en los últimos 200km de la ruta (finalmente acabé el 74, habiendo iniciado el día el 102). Continuando con la ruta, subiendo el Col de Palomere, tuve un contratiempo que fácilmente podía haberme hecho abandonar. Al ser un ascenso tan largo, había que comer durante el mismo, pues bien, saco una bolsa de gominolas, mientras rodaba como a 6km/h, me desequilibro agarrado únicamente con la mano izquierda en uno de los apoyos para los acoples, acabando en el suelo, con un fuerte golpe en la cadera que aún me dura el dolor. Tras levantarme comprobando que solo tenía leves rasponazos y la bici no tenía desperfectos, seguí para arriba (lo de que el azúcar mata casi lo compruebo al pie de la letra). Dos kilómetros después de ascenso, me toco el casco, donde suelo llevar la gafas y allí no estaban.
Tras comprobar lo de las gafas, pues nada, hacia abajo 2km para recuperarlas (que allí en la hierba me estaban esperando pacientemente) y vuelta para arriba de nuevo. Siguiendo el track sin apenas descansar, se sucedía las constantes subidas y bajadas teniendo que acceder a España de nuevo por un paso que al parecer, antiguamente era ilegal, hacia la Jonquera, con una buena emboscada (o Mazonada en este caso) por una pista más de gravel o btt que para una bici de carretera con carga.
Una vez cruzada la frontera, bajada espectacular y buen asfalto hasta unos polígonos, donde me aprovisioné con comida y bebida. Posteriormente, subida a un corto puerto en terreno catalán y después iba a llegar el peor momento para mí de toda la carrera. Os pongo en canción, unos 27-28 grados de temperatura, rectas larguísimas y un viento en contra como de 30 km/h. Todo ese terreno anímicamente me hundió (a pesar de estar muy cerca ya de la meta).
Tras una hora peleando contra este viento, calor y hundimiento moral, inicié por fin el ascenso al último puerto, San Pere de Rodas, siguiendo con el calor, el viento y el canto incesante de las chicharras en los árboles (sonido que odio, porque siempre lo asocio al calor en el Mediterráneo). Ya por fin llegada al bonito santuario, bajada hacia LlanÇa, que no era el pueblo que había tras bajar el puerto, si no que había que pedalear otros 7 pastosos kilómetros hasta la llegada al puerto de dicho pueblo, donde esperaban los organizadores para recoger el tracker y entregar los obsequios destinados a todos los finisher.
Por último, me fui de cabeza al primer kebab que encontré en el pueblo para reponer fuerzas y comprar en un súpermercado múltiples víveres para pegarme un homenaje en el hotel y celebrar que por fin, era finisher de Transpyrinees 2024.
CONCLUSIONES Y APRENDIZAJES EN TRANSPYRINEES 2024
- 1. Less is more: no estoy de acuerdo con esta tendencia de ir justisimo de material. Prefiero que sobre algo porque hay momentos que echas de menos alguna prenda que se ha quedado en caso. Para mí, la retirada por frío no es una posibilidad.
- 2. Acabar pronto las jornadas: mejor empezar a pedalear de madrugada (a las 3:00 es una buena hora), mejor que alargar mucho la jornada (bajando puertos de noche, después de un largo día, te expones a caídas, la mente no está al 100%, esto lo noté yo bajando el Col du Portillon a las 23:00).
- 3. Nunca coger agua del monte si no es seguro que sea buena: varios participantes se retiraron por diarreas y vómitos por bacterias ingeridas en el agua supuestamente buena. Antes que eso, si te ves deshidratado (no es una broma) mejor beber la orina (no lo tuve que hacer pero es lo que haría).
- 4. Transpyrinees mejor solo: en una carrera con tantos puertos, cada uno va a su ritmo y el que va más rápido tiene que esperar al coronar cada puerto, con el consiguiente riesgo de quedarse helado. Además, las bajadas en grupo (como quedó demostrado el primer día), son más peligrosas, si uno se cae u otro está a punto de hacerlo, los que van detrás a buen seguro acaban con los huesos en el suelo.
- 5. Kilómetros de entrenamiento: a mí con 8000 km este año me han sido más que suficientes, sin necesidad de hacer grandes kilometradas previas, si no entrenamientos de calidad (sin series, por supuesto, las odio). El cuerpo (al menos el mío), se va adaptando día a día al esfuerzo.