Mi primera gran ultra: La Cataluña Trail
Carles Sabater relata los preparativos, desafíos físicos y mentales y los aprendizajes obtenidos durante su priemra gran ultra.
8 de julio de 2022
Mi primera entrada en este blog trató sobre mi última ultra, así que esta vez me apetecía hablar de la que fue mi primera gran ultra, mi bautizo…la Cataluña Trail.
Pensando en cómo se me ocurrió empezar en esta modalidad, se me viene una imagen clara: Lachlan Morton, ese corredor de EF tan diferente a todos, una persona que, viniendo de la más alta competición, empieza a correr otro rollo, distancias largas pero de una forma diferente al resto, sin parar tan apenas ni siquiera a dormir, sin necesitar hacer esas largas paradas para comer, sin dejar de ir rápido, muy rápido, teniendo en cuenta material, bici, componentes, y aunque su aspecto pueda dar a pensar que es una persona que hace por hacer, no es así.
No recuerdo cómo conocí de esta prueba, pero de alguna manera me enteré de ella: 800k y 12.000+ saliendo de Girona. No había estado nunca en Girona. A día de hoy, aunque he corrido más veces, sigue siendo como si no hubiese estado aún y tengo claro que, mientras vaya para correr, esto va a seguir así.
Viendo la página de Instagram de la prueba y algún vídeo (poca cosa como siempre en este tipo de pruebas, aunque esto está cambiando, por suerte), me gustó el plan. Empecé a buscar bolsas, hacer mis salidas con ellas y probar luces y ropa. En esta época iba bastante más cargado de lo que voy hoy en día.
La tarde del día anterior fue la revisión del material y la recogida del GPS, allí en un bar en una plaza, al lado de una universidad o zona de estudiantes con un aspecto antiguo brutal, súper guapo. Allí conocí a Jaume, organizador de la prueba, y a algunos corredores. Entre ellos recuerdo muy bien a un chico extranjero que se me acercó a hablar (en inglés, jajaja, mi inglés es brutal) para hablar de la pulsera Whoop. Creo que en esa época era algo extraño ver a alguien con esa pulsera en España y estuvimos hablando de lo mal que nos marca cuando bebemos alguna cerveza, jajaja. Parece una tontería, pero es para tener en cuenta que la pulsera se da cuenta de que algo haces que no va bien. Y a otro que me llamó la atención, este fue por algo más competitivo: era un chico de mi edad, delgado, con mucha pinta de ciclista, o lo que era para mí el prototipo de ciclista de ultradistancia rápido. Este llevaba una Specialized de color negra con doble plato. Yo, en esta época, llevaba un solo plato de 38 con piñonera de 11-42; creo que, después de este ultra, lo quité.
Llevaba una carga de bolsa aparentemente muy ligera, y lo que más me llamó la atención fueron los acoples. No era algo común ver esto, o por lo menos yo, que era súper novel, no lo había visto. Después de la presentación, algunos de los corredores se quedaron a cenar juntos. Es lo suyo, pero no me quedé a la cena porque me gusta tenerlo todo controlado, poder revisar antes de acostarme todo una última vez, relajarme después del largo viaje en furgoneta. Me apetecía descansar, cenar y acostarme, ya que la salida iba a ser a las 6, creo recordar.
La noche fue bastante buena, aunque no acabó de estar tranquilo con la bici en el porta. Estaba en un buen parking de caravanas, rodeado de más gente, con un buen candado de alarma que a la mínima salta. Voy a la salida y, justo llegando, me doy cuenta de que el potenciómetro no marca, jajaja. ¿¿Dónde voy sin power?? Si yo no sé correr sin él. Saco la bolsa, cambio la pila y a funcionar. Suerte que era la pila del Rotor, pero ya empiezo a pensar que sí, que empiezan pronto los problemas.
Dan la salida y yo salgo de forma tranquila. Cuando me doy cuenta, íbamos en plan al corte, jajaja. Pensé: “¿Pero dónde vamos así? Jajaja, que faltan 2 o 3 días para llegar a meta”. Las calles de Girona se quedaban pequeñas para el ritmo que llevábamos. No existían normas de circulación ni señales, y como mi radar me había dicho el día de antes, ese rider delgado con pinta de ir muy rápido era el culpable: Dani Talavera.
Antes de salir de Girona ciudad, en una carretera tipo puerto, ya solo 7-8 corredores nos habíamos quedado. Yo, a cola, pensando en las horas que nos quedaban y el ritmo que se llevaba. Y en ese punto es donde dije: “Vale, esto no es lo planeado”, y desconecté.
A partir de aquí, ya empezamos a enlazar alguna senda con carreteras hasta llegar a nivel del mar. Carreteras inmensas con largas rectas en llano y mucho, mucho viento, donde me acordé que me dejé caer.
Después de unos kilómetros de llano, al mirar el GPS, me doy cuenta de que el potenciómetro vuelve a dejar de marcar. ¿Cómo es posible? Pues ya no tengo más pilas, y al mirar me doy cuenta de que la tapa se ha caído. No la puse bien. Sin pensarlo, doy la vuelta pensando que no puede haberme caído hace mucho porque me hubiese dado cuenta. Tengo una especie de TOC: miro mucho los datos. Doy la vuelta y, por suerte, después de unos 5’, (igual fue 1’, pero a mí me pareció mucho más) encuentro la tapa. ¡Puf! Llevaba un cabreo brutal, pero era culpa mía. Seguro que, con las prisas, la había puesto mal. Y es que el sistema que tiene Rotor de tapa es horrible. Lo que nunca pasa entrenando, pasará en una carrera.
Cuanto más pasaban los kilómetros en esas carreteras, más me daba cuenta de mi error: dejar que se fuera el grupo y quedarme solo. Una primera parte de mucho llaneo por pista y carretera, con fuerte viento de cara. Lo bueno es que ya estaba a lo mío, comiendo y bebiendo, sin prisas, y la verdad que a un ritmo muy bueno. Había hecho muchas horas de llaneo cargado con mis bolsas llenas de cosas sin sentido para meter peso.
Sobre el km 130 empieza la primera subida. En mitad subida o algo más, la verdad es que no lo sé, cuando ya no tenía ni gota de agua veo un restaurante. Tenía pinta de lujoso, con mucho verde, paredes de piedra y una gran terraza que daba al monte. Pero la verdad es que, en ese momento, con el calor que hacía, hubiese pagado lo que sea. Al entrar en la terraza veo dos bicis de gravel y dos de los compañeros que se habían escapado. Estaban allí sentados en una especie de sofá de terraza, mirando el acantilado que había delante. ¡Vaya, qué cosa más guapa! Era para coger y quedarse allí un buen rato. Entré, me pedí dos botellas de agua de 1.5 litros, dos Coca-Colas y dos Calipos de fresa. Mi intención era llenar e irme, pero al ver que estaban allí supertranquilos, pensé: “Bueno, será que hay que ir descansando”, y me quedé por lo menos a comerme un Calipo y una Coca-Cola. La intención era que el otro dejarlo dentro del bidón con el agua. Mientras estaba haciendo esto, los dos corredores salieron, y ya me entró la prisa, jajaja.
Pocas horas después coincidí con Calvox, como le conocen en Insta. Esta es la primera vez que coincidíamos, en una especie de camping que parecía abandonado, o por lo menos estaba cerrado. Estaba buscando agua igual que yo. Estábamos en un finde de subidas de temperatura y alerta, lo que hizo que la organización tuviera que cambiar un poco el track por riesgo de incendio. Al final encontré una fuente. El agua salía caliente, se podía hacer caldo de fideos con ella, pero era agua. Llené y seguí. A partir de aquí fuimos pasando por pueblos, donde iba parando para comprar y llenando agua. Mi alimentación es sencilla: Coca-Cola, helados, napolitanas de chocolate y bocadillos de jamón. No hay más, siempre es igual. A día de hoy sigue siendo eso lo único que compro.
Sobre las 19 de la tarde, creo recordar, consigo ver al primer corredor: Talavera Verdaguer, ese ciclista que describía al principio con su Specialized negra. Ya a partir de aquí fuimos coincidiendo. Me pasaba, lo pasaba. Recuerdo cómo bajábamos por un tramo de carretera y él, al ir sobre los acoples, volaba. Yo, pensando ya mientras lo seguía, que tenía que poner unos, jajaja, hasta que al caer la noche, sobre las 22 o las 23, me propone parar a cenar juntos. Me gustó, porque la verdad es que yo estaba algo cansado ya de no hablar con nadie. Algo muy característico de este tipo de pruebas es la soledad, la tranquilidad y el poder encontrarse con uno mismo en momentos de verdadera penuria.
A media subida de lo que iba a ser el punto más alto del track, nos sentamos en el suelo, sacamos la comida, y aquí es donde vi la gran diferencia entre una persona que sabe y otra que no. Su cena: una tortilla de patata y un tipo tupper de pasta de esas para llevar. La mía: un paquete de galletas del Príncipe, jajajaja. Su frase al verme fue: “Te daría, pero tengo un hambre.., lo siento”. No sé si él se acordará de esto, pero fue brutal. Aun así, antes de acabar la tortilla me ofreció, aunque no la acepté. Tenía claro que el error era mío. Aunque nunca después, en ningún ultra, he comprado nada de ese tipo de comida, no creo que sea bueno para mí. Aunque de este tema hablaré en otra ocasión. Justo antes de acabar de cenar llegó el 3.º corredor, que nos acompañó hasta terminar la cena.
Después de la cena seguimos subiendo. Íbamos a un ritmo muy parecido, aunque él, al llevar doble plato, llevaba una cadencia mucho más liviana. Aquí me dijo su plan, que era subir hasta arriba y bajar. Una vez abajo, decidir qué hacía. Aunque ya adelanto que no paró. Mis planes eran muy diferentes. Yo lo que quería era parar en un buen sitio, lavarme bien el culo con toallitas y cambiarme de culote, ponerme el plumas y tumbarme un rato. Y eso es lo que hice. Llegué a un banco de madera que había casi en la parte más alta. Me limpié, me comí unas galletas del Príncipe que aún me quedaban y me acosté. Impresionante el cielo allí, brutal qué claridad y qué barbaridad de estrellas súper brillantes, con la luna llena. Estaba súper a gusto. Recuerdo que eran sobre las 2 de la mañana. Al poco de estar tumbado vi pasar a Calvox, pero yo seguía allí tumbado, aunque no tenía pinta de que fuera a dormir.
Sobre las 2:30 de la mañana oí un silbido. Al levantar la cabeza vi a un corredor. Este era Sergio y creo que me dijo algo así como: “¡¡Venga, va!!”. Creo que salió una o dos horas más tarde que el resto. No sé bien por qué, pero aquí es donde pensé que estaba haciendo el canelo, así que me levanté y me puse a pedalear. Recuerdo que no hacía especialmente frío. Serían sobre las 3 de la mañana. Luna llena. Se estaba de lujo.
Era una subida de tipo pista, bastante desnivel. Al llegar arriba de Coll de Riu, con sus 1.370 metros, había una zona donde había varios coches y alguna furgoneta aparcada, y la montaña se partía para dejar pasar la pista. Como si de una película se tratara, allí estaba la luna llena, enorme, de color rojizo. Brutal. Ahora, en este momento, me arrepiento de no haber parado a hacer una foto. Nunca más he vuelto a ver algo así.
Durante el descenso, cada vez más rápido, pensaba en volver a encontrarme a los corredores que me habían pasado. Iba 5.º o 6.º. No los volví a ver en toda la noche. La verdad es que pensé que igual estaban durmiendo en algún rincón en la bajada. Seguro que habían encontrado algún buen sitio para dormir, como me dijo Talavera que iba a hacer.
Mi primer encuentro con un corredor fue con Sergio. Pasé a lo lejos. Estaba sentado en un banco o pared de piedra, no recuerdo bien, bebiendo lo que me pareció una Coca-Cola. Yo pensé: “Sigue, ya encontrarás algo, Carles”. Más adelante paré en una tienda. Recuerdo que compré. Era la típica panadería de pueblo llena de pastas buenísimas. Cogí dos Coca-Colas y dos napolitanas de chocolate. Justo al lado compré jamón y pan. Me senté, me quité las zapatillas que me ardían los pies y me hice dos bocadillos. Uno me lo comí y otro lo guardé. Al acabarme el bocadillo me comí una napolitana de chocolate. Sabía que era mucho carbo de golpe, y eso da sueño. Siempre tengo estas cosas en cuenta, pero me daba igual. Tenía gula de dulce, como siempre que hago este tipo de carreras. No sé si es una ventaja o una maldición, el hambre infinito. Y aquí es donde vi los WhatsApps de Jaime, el organizador, avisando de que tuviéramos precaución por el calor. Estaba subiendo la temperatura por momentos. Era brutal. Yo me mojé bien y seguí.
Mi hermano me escribió en esa parada: “Carles, vas 3.º y cerca del 2.º. El 1.º, Talavera, te lleva 3 h”. Estaba claro: no paró. Bien jugado. Tenía la tranquilidad de esas 3 h de mi parada tonta, aunque bonita.
Mi siguiente encuentro fue con el 2.º corredor, que no recuerdo su nombre, lo siento. La verdad es que, en este tipo de pruebas, después hay falta de datos, falta de ese contacto entre corredores al no haber clasificaciones. Coincidimos en un camping. Muy guapo, lleno de gente bañándose. Entré en la tienda a comprar. Él ya había entrado y creo que estaba comiendo dos donuts rellenos. Yo iba a por algo menos denso. Aún tenía el bocadillo de jamón y la otra napolitana que creía que era de nocilla. Resultó ser queso o crema, no estoy seguro, jajaja, pero no me gustó. Así que tiré a por filipinos blancos, dos Coca-Colas, dos paquetes de gominolas y mucha agua. Rellené, comí unos filipinos y, cuando vi que se iba el corredor, salí con él.
Rodando juntos me di cuenta enseguida de su punto débil: no era nada técnico. En la subida lo dejé con bastante facilidad y se quejaba de las piedras. Aproveché para dejarlo rápido. Aunque yo estaba cansado, no tenía que notarse.
Conforme iban pasando los km y caía de nuevo la noche, fui yendo cada vez más rápido. Cada vez había más piedra, zonas de porteo (poco, pero alguna). Cuanto más sendero, más disfrutaba, sobre todo bajando. Me estaba flipando, más al pensar que seguramente el otro chico no estaba disfrutando tanto. Cuando ya empezó a anochecer y la zona se volvió más rodadora, decidí sacar el bocata. Me comí la mitad y seguí. Quería llegar, y quedaba poco. Iba sacándolo del bolsillo en marcha. No tenía ya geles, solo el bocata y algún filipino. Era suficiente. Algo curioso fue cuando, en pleno monte y en una subida de pista, unas luces me iluminaron: una furgoneta de gitanos, jajaja. A saber qué tramaban. Algo me dijeron, pero no paré a preguntar, jajaja.
Ya una vez en Girona, de camino a meta por la ciudad, cada vez estaba más emocionado. Ya estaba. Parecía que había pasado una semana. Cuando llegué, allí estaba Jaime y Jorge Albuixech, los dos organizadores y organizador de la Gravel Augusta, una prueba muy recomendable que aún tengo en cuenta, ya que me retiré por problemas varios en 2024. Me esperaban con una pizza y un paquete de KitKat, que me comí muy agradecido, contando alguna batallita del camino y esperando al otro corredor. Es algo que hay que hacer, la verdad, aunque es difícil por el cansancio. Y esto es todo, o por lo menos lo que ahora mismo recuerdo. Por si a alguien le interesa, estos son mis datos:
2.ª posición, 31:34 h en movimiento, tiempo transcurrido no lo he encontrado, 568,64 km, 18 km/h de media, 20.517 kcal, 11.039 m+, 1110 TSS, 230 W NP, 17.435 kJ, 121 ppm, 168 pulso máx.
Presión de los neumáticos: 2 y 2,3 para cubierta Kenda 40c. Bolsas: peso total 8 kg, 3 kg nutrición en 3 paquetes por separado.
